DESTINOS VIAJEROS

¿Me ayudáis a trazar un mapa de destinos viajeros, en base a la propuesta de un poco más abajo? Es que estoy más que sorprendido con los resultados de la absolutamente poco profesional y nada representativa Encuesta que tienen en la margen derecha de su pantalla.

 

¡Casi todo quisqui se quiere ir bien al Machu Pichu, bien al Desierto del Sáhara!

 

Uno de mis destinos soñados
Uno de mis destinos soñados

También es verdad que, como se podía votar doble, habrá amantes de los viajes lejanos que hayan optado por ambos destinos.

 

El caso es que Viena, como representativa de las ciudades civilizadas de la Europa de siempre, aunque ahora ha cogido un impulso, no se estaba comiendo un colín. ¿Y qué me dicen de la pobre Katmandú?

 

Tampoco la hipermoderna Shanghai tiene tirón. Y ni siquiera el lujo o el relax de Islas Mauricio parece cosechar grandes simpatías.

 

Y, sin embargo, Tombuctú cotiza muy al alza. O sea, que buena parte de los fieles seguidores de esta bitácora está pelín zumbada ¿no? 😉

 

Tombuctú: el viaje a ninguna parte. A los sueños, sólo
Tombuctú: el viaje a ninguna parte. A los sueños, sólo

La verdad es que Machu Pichu es uno de mis sueños. Esta Navidad estuve a punto de ir, pero los planes cambiaron casi sobre la marcha. El Sáhara lo conozco, pero muy livianamente. Y también ardo por ir a Argentina y Chile, a la Patagonia, Tierra de Fuego y la Antártida.

 

Lo malo es que este verano, aunque gozaremos de la cálida acogida que siempre nos brindan los amigos de Agüimes y Gijón, me veo sin grandes proyectos viajeros. Ardo por abrazar a toda la grey teatrero-negro-criminal, pero pensar en todo el verano en Granada… no sé. Miedo me da. Que no me hallo, así, quieto, sin planes, imbuido por la inacción, viéndolas venir. No es propio de mí.

 

Como me agobie mucho, me pillo un avión y me voy a Masai Mara, que bien me dijo Javier Reverte que no haber estado en Kenia es casi un pecado imperdonable. Mi idea: guardar muchos días de vacaciones para, en Navidad, hacer el gran periplo del Sur de América.

 

El paraíso terrenal. Tan lejos, tan cerca
El paraíso terrenal. Tan lejos, tan cerca

Pero, ¿seré capaz de mirar tan a largo plazo?

 

En fin.

 

A ver. ¡Échame un cable! Ponme los dientes largos y dime dónde vas a viajar este verano. O, si no te vas, dime a dónde te gustaría ir, cuál es tu destino soñado.

La maleta de Lens
La maleta de Lens

Y como me hagas una buena propuesta… me lío la manta a la cabeza y me voy contigo. 😉

 

Jesús Lens, incómodamente estático. Y estoico. Que no estético.      

GRANÁFRICA

A ver qué les parece la columna de hoy de IDEAL, que toma un distanciamiento con la actualidad… ¿o no?

 

En la presentación del libro «Tombuctú. El reino de los renegados andaluces», Antonio Claret se refirió a la abismal separación que suponen los catorce kilómetros del Estrecho de Gibraltar. Una insalvable brecha no sólo económica, sino también social y cultural, de forma que lo que ocurre al otro lado del Mediterráneo, a los europeos, nos interesa poco o más bien nada.

 

Pero esto no siempre fue así. Como el libro de Antonio Llaguno se encarga de demostrar, hubo un tiempo en que la relación de España con Marruecos y los reinos del sur del Sahara fue fluida y abundante. Sobre todo, por razones geográficas, los andaluces jugaron un papel determinante en tierras africanas: «A pesar de las vicisitudes por las que pasó, la estructura política-administrativa creada por los hispano-marroquíes en la curva del Níger en 1591 pervivió casi dos siglos y medio y significó, entre otras cosas, la presencia duradera de las dos riberas del Mediterráneo en ese rincón del África Negra.»

 

«Tombuctú. El reino de los renegados andaluces» cuenta la historia de un almeriense, Yuder Pachá, que protagonizó una apasionante aventura en el corazón del continente negro, conquistando todo un Imperio. Y el mismo Antonio Llaguno publicó en la editorial Almuzara otro libro con una temática parecida: «La conquista de Tombuctú». Libros hermosamente editados, con el mimo y el cariño del trabajo artesanal bien hecho.

 

No es casual que, al frente de Almuzara, se encuentre Manuel Pimentel, una de esas personalidades arrolladoras que no tienen empacho en presentar su dimisión como Ministro de Trabajo cuando no le gusta lo que ve, para lanzarse a una de las aventuras más osadas que pueda haber: convertirse en editor independiente y, en muy poco tiempo, levantar una de las editoriales más señeras, activas e interesantes de nuestro país.

 

Una editorial que publica libros de éxito, como «Entre limones» de Chris Stewart, pero que también está haciendo un ímprobo esfuerzo por recuperar la memoria histórica de la presencia andaluza en África, siempre ensombrecida por la especial vinculación de nuestro país con el continente americano. El propio Pimentel ya escribió «Los otros españoles. Los manuscritos de Tombuctú: andalusíes en el Níger», a cuatro manos, con el maliense Ismael Diadie Haidara y ahora acaba de publicar una apasionante novela, «El arquitecto de Tombuctú», en que cuenta la intensa vida de un granadino universal: el poeta, arquitecto y viajero Es Saheli.

 

Además, la editorial granadina Almed va a recopilar próximamente todo el ciclo africano del novelista Manuel Villar Raso, auténtico precursor de esta recuperación del legado andaluz en África con la lejana publicación de un libro capital: «Las Españas perdidas».  

 

A través de esta encomiable labor, escritores, investigadores y editores están contribuyendo a acortar la brecha cultural que nos separa de un África que, de forma incomprensible y paradójica, estaba mucho más cerca de nosotros cuando los viajes se hacían en camello y duraban varias semanas.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.