Hace unas semanas volvió el festival En Órbita. Como se celebra muy cerca de casa, siempre procuro ir. El sábado, con mi pulserita en ristre, me tumbé a leer un rato en el sofá después de comer, preparando el cuerpo para cruzar a Fermasa. Iba por la mitad de ‘Ciudad en llamas’, el libro más reciente de mi adorado Don Winslow, publicado por Harper Collins.
La música empezó a sonar, pero yo seguía leyendo. La tarde avanzaba, los grupos se sucedían en el escenario y yo no me movía. Hasta que no leí la última frase y dejé un gélido mar a mis espaldas, no me levanté del sofá. Entonces ya sí. Entonces sí me fui a disfrutar de la música, contento y satisfecho. Y ansioso, claro.
Me encanta esa sensación de adicción total que te provocan los buenos libros. Los de Don Winslow son así. Frases cortas y cortantes, como ráfagas de ametralladora. Diálogos ásperos y electrizantes. Párrafos brevísimos. Y acción, acción, acción. En Winslow, la acción es la que define a los personajes, la que hace avanzar la historia.
“Danny Ryan ve salir a la mujer del agua como una visión surgida del mar de sus sueños.
Salvo que es real y va a traer problemas.
Las mujeres así de bellas suelen traerlos.
Danny lo sabe; lo que no sabe es hasta qué punto va a trastornarlo todo. Si lo supiera, si supiera lo que va a suceder, se metería en el agua y le hundiría la cabeza hasta que dejara de patalear.
Pero no lo sabe”.
Así comienza ‘Ciudad en llamas’, la antepenúltima novela de la carrera de Don Winslow, según ha anunciado el propio autor. Así arranca una nueva trilogía cuyas dos próximas entregas ya están escritas y se publicarán en 2023 y 2024. Y ya no más. Porque el escritor neoyorquino, que frisa los setenta años de edad, se va a dedicar a hacer campaña contra Donald Trump, al que considera una amenaza para su país, y no volverá a escribir novelas. Al menos, eso ha anunciado en sus activas y combativas redes sociales.
Comienza esta última trilogía presentando a un nuevo personaje, ese Danny Ryan de orígenes irlandeses que vive y trabaja en la Costa Este de los Estados Unidos. Arranca mezclando en esas primeras frases dos los de temas habituales en el género negro: la mujer fatal que todo lo complica y el fatalismo y la predeterminación. La fuerza del destino. Trágico y doloroso.
Danny Ryan, su familia y amigos están a punto de disfrutar de una de las famosas barbacoas de Pasco Ferri. Es agosto de 1986 y todos ellos se dedican a la mala vida. Tampoco es que sean grandes capos ni nada por el estilo. Al menos, Danny y sus colegas. Aún no les ha dado tiempo. Son demasiado jóvenes. Hablamos de maleantes del tres al cuarto. Con sus golpes y algo de contrabando sacan lo necesario para vivir razonablemente bien. Sin estrecheces, pero sin lujo alguno. Nada de mansiones o cochazos. Pero las cosas están a punto de torcerse. Para todos.
“Las guerras de bandas, como cualquier guerra, son en gran medida económicas.
Luchar cuesta dinero, y los chicos tienen que seguir ganándose la vida, pagar la hipoteca o el alquiler, poner comida en la mesa. No se metieron en esto porque quisieran formar parte del ejército, sino para hacer dinero y, si el dinero no llega, los soldados se van”.
Si ustedes ya le han leído antes, en ‘Ciudad en llamas’ encontrarán al mejor Don Winslow de siempre. Si aún no han tenido el gusto, ¿a qué esperan?
Jesús Lens