Desde que Mélenchon perdiera en la primera vuelta de las elecciones francesas y quedara en cuarto lugar, tras Macron, Le Pen y Fillon, cosechando un 19,6% de los votos; la izquierda más pura, casta e incontaminada de nuestro entorno viene llorando a lágrima viva. Una barraquera de tal calibre que ni siquiera la derrota de la extrema derecha en la segunda vuelta les ha calmado mínimamente. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Para esa izquierda virginal, Macron y Le Pen estarían el noveno círculo del infierno de Dante, discrepando únicamente sobre en qué zona situar a cada uno.
Es, más o menos, la misma tesis que defiende Podemos en España: el sistema hiede y dan lo mismo el PP de Rajoy, los Ciudadanos de Rivera y Arrimadas o el PSOE de Susana. Todos huelen a azufre y el que no tiene cuernos es porque tiene rabo.
Solo Pedro Sánchez se salvaría de la quema. El Pedro Sánchez de ahora, por supuesto. El que se ha echado al monte. Que debe ser un Pedro Sánchez transmutado y radicalmente diferente al que Pablo Iglesias, el genio tactista y visionario sin parangón, pudo hacer presidente hace un puñado escaso de meses. Porque aquel Pedro, ya se sabe, también era mefítico y perverso, parte integrante de la Trama. ¿O era de la Casta?
Lo que no alcanzo a entender es por qué esta izquierda tan inteligente, moderna, mediática y tecnológica, no gana unas elecciones. Y no gana, para más inri, en unos tiempos en que tanta gente está decepcionada y harta de los partidos tradicionales. No gana en un contexto de crisis, con millones de parados y una terrible precarización laboral. No gana. No gana en Gran Bretaña, no gana en Estados Unidos, no gana en España, no gana en Francia…
¿No sería hora de que, más allá de tanto criticar, insultar y cuestionar a los que sí ganan, se hagan mirar lo suyo? O, quizá, prefieran conformarse pensando que todo es una mezcla de la incultura política de unos y la megaconspiración financiero-sionista de otros…
Lo más preocupante de esa izquierda, sin embargo, es que no se sumara al frente común contra el fascismo y, con tal de afianzar su posición, haya sido tolerante con la extrema derecha francesa, poniéndose de perfil en la segunda vuelta entre Macron y Le Pen, como si la cosa no fuera con ellos. ¡Terrible!
Jesús Lens