A estas alturas, repetir la historia del torero que, tras acostarse con la estrella de cine yanqui, se acicala en vez de quedarse con ella en la cama; no tiene mucho sentido, ¿verdad?
En la edad de oro de las Redes Sociales, contar es más importante que nunca. Hasta el punto de que… ¿quién no ha hecho algo por el mero hecho de, después, ir a contarlo?
O Feisbukearlo.
O Tuitearlo.
Cuento, luego existo.
A finales del pasado año, por ejemplo, decidí cometer una locura atlética, estando bastante fuera de forma por una fisura en una costilla.
En solidaridad con la huelga de hambre que Willy Uribe había iniciado para pedir el indulto a Reboredo, me comprometí a correr 25 kilómetros, una distancia que hacía mucho tiempo que no alcanzaba.
La idea era, por supuesto, hacer ruido bloguero y dar que hablar en las Redes, para conseguir firmas por el indulto a David.
O sea que fue una dosis de exhibicionismo impúdico… por una buena causa.
Y fue poco después que nos embarcamos en una Sesión Doble de cine, viendo seguidas “Lincoln” y “Django desencadenado”, en una memorable tarde de “Cinéfilos contra la Esclavitud”. Porque queríamos ver las pelis… y contarlo.
Confieso que he ido a conciertos, solo, para contarlos. Ojo, no para poder decir que estuve allí. Sino para contarlos.
Yo, por encima de todo, soy un Cuentista. Y cuando le veo posibilidades narrativas a una historia, a un evento o a un acontecimiento… ¡me lanzo a él de cabeza! Porque tener una razón, una excusa o un motivo para contar es un regalo al que no se puede renunciar.
Es como el periodista que huele una noticia y que sigue su rastro hasta dar con la primicia, hasta encontrar la historia.
Como cuando te surge un chispazo y tienes la necesidad de convertirlo en un relato.
¿Y cuándo te sale una frase para el Twitter y te pasas de los 140 caracteres? ¡Uf! Hay que hacer milagros de condensación.
Contar, cada vez es más importante. Si no cuentas, ¡es que no cuentas! Eso sin entrar en el tremendo egoísmo de quiénes no comparten lo que descubren, lo que aprecian y lo que disfrutan.
Sé que hay gente remisa a compartir con “desconocidos” o en el mundo virtual esas cosas de su vida que pueden ser útiles e interesantes para todos. Pero esa gente no habría hecho posible la Wikipedia, por ejemplo. O que fenómenos como “Perdidos” y otras series traspasaran las fronteras de una pantalla de televisión.
Pocas satisfacciones como que alguien te diga: “-Gracias por recomendar “Homeland”. La he visto y me ha encantado”. O “-¿Cómo te puede haber gustado la de Tarantino, si es una salvajada?”
Vivimos en un mundo global. Y la comunicación, por fortuna, se ha globalizado. Estar o no estar en las Redes es una opción, por supuesto. Como la es tener o no tener móvil. Como la fue poner o no poner teléfono. Como la es escribir una carta y mandarla por correo, franqueada, y esperar respuesta; o mandar un email.
A mí me gusta contar. ¿Y a ti?
Porque al final, todos somos como el torero que, cuando la actriz le preguntó que a dónde iba, él le contestó:
– A contarlo.
Porque no había Facebook, claro.
😉
Venga. Confiesa. ¿Qué has hecho alguna vez, sobre todo, para contarlo después?
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