Hoy cuento en IDEAL cómo en plenas Ramblas, el Real Madrid ha abierto una tienda oficial en la que se vende el mercandishing del equipo merengue. Y los barceloneses lo llevan bien.
-Es que no se han enterado -me decía con su retranca habitual Paco Camarasa-. Los barceloneses ya no pasan por las Ramblas. Se las han dejado a los turistas, como otras zonas emblemáticas de la Ciudad Condal…
El comisario de la exitosa BCNegra ponía el acento en una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: el turismo como plaga, que devora ciudades enteras.
Estábamos comiendo en Can Lluís, uno de esos restaurantes con historia, situado en el corazón de la Barcelona más castiza. En él no hay turistas. El dueño nos ha reservado la mesa 4, situada junto a una cerámica firmada por Manuel Vázquez Montalbán en la que se recuerda la historia de la bomba arrojada en el local, el 26 de enero de 1946, que se llevó por delante la vida de su dueño, Lluís Rodríguez, y de uno de sus hijos.
Tanto el maitre como el actual dueño del restaurante hablan maravillas de Granada. El primero es hijo de granadinos y el segundo dice que si alguna vez tuviera que dejar Barcelona, solo se llevaría su Can Lluís a dos ciudades: San Sebastián o Granada. Así se siente uno como en casa, claro. Y es que Granada abre la puerta de los afectos allá por donde vamos.
El día anterior, la flamante Premio Pepe Carvalho de este año, Donna Leon, recordaba cómo Venecia ha perdido a la mitad de sus habitantes en muy pocos años, hartos de una ciudad con el alma desvanecida tras entregarse al turismo de masas. Menos de 60.000 vecinos y, por contra, más de 30 millones de visitantes… cada año.
Durante la celebración del pasado FITUR se hicieron públicas las cifras del turismo en Granada: más de 2,6 millones en un 2015 de récord. Son buenas noticias, por supuesto.
Pero el crecimiento del número de turistas no debe ser un objetivo en sí mismo. Por ejemplo, ¿qué imagen ofrecen esas rijosas y vergonzantes despedidas de soltero que se adueñan del centro histórico de Granada todos los fines de semana? Turismo sí, por supuesto, pero con sentido común. Y práctico.
Jesús Lens