Los ojos del puente

Confirmado: buena parte de la mejor novela negra y criminal que se escribe en España en estos momentos, viene de Canarias. Cuando no es la gente de Agüimes, con Antonio Lozano y Juan Ramón Tramunt a la cabeza, es Alexis Ravelo, ganador del Hammett a la mejor novela negra escrita en español del pasado año. O Mariano Gambín y sus thrillers. Y, de pronto, como un torrente, llega Javier Hernández Velázquez.

 los ojos del puente

Su prosa, poderosa, me encantó en la primera de sus novelas que leí: Un camino a través del infierno. Una de esas novelas que te agarran por las solapas y no te sueltan.

No han pasado ni un par de meses y ya tengo en mis manos su novela más reciente, Los ojos del puente, publicada por la misma editorial que la anterior: MAR Editor. Una novela que, además, viene avalada por la consecución de la IV edición del Premio Wilkie Collins de Novela Negra.

Los ojos del puente

Me había gustado tanto Un camino a través del infierno que me quedé desconcertado al empezar a leer Los ojos del puente, una historia que comienza en Los Ángeles, en 1976.

Yo, que me esperaba una nueva entrega protagonizada por Mat, el intenso detective creado por Javier Hernández, me encontré metido en mitad de un brutal ajuste de cuentas que, en muy pocas páginas (concretamente en 20) se lleva por delante a un montón de personajes. Capítulos muy cortos. Secos. Como los disparos que los protagonizan. ¡Bang! Y ya estás muerto.

Sigue leyendo esta reseña en nuestra página hermana, Calibre 38.

Jesús Lens

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Gastrocafres en Damasqueros

No por casualidad nos hacemos llamar los Gastrocafres: nos gusta comer mucho y bien. Pero sobre todo, mucho.

 Gastrocafres Peña

Lo cual no es de sorprender, al estar fundamentada nuestra peña gastronómica en los restos, casi extintos, de una Vieja Peña de jugadores de baloncesto. Ahora, más que jugarlo y practicarlo, los integrantes de los Gastrocafres hacemos por verlo y comentarlo. De ahí que, periódicamente, nos reunamos en torno a una mesa para hablar sobre el deporte de la canasta.

Y para la última de nuestras reuniones, decidimos ir a Damasqueros, un espacio que se sale fuera de la órbita que nos resulta más habitual.

 Damasqueros gazpacho

De Damasqueros he hablado en más de una ocasión. Aquí, por ejemplo, cuando estuve con mis queridos Colin y mi Cuate Pepe, tramando varias cosas.

Lo sabéis. Damasqueros es un sitio que propicia la creatividad, la generación de ideas y proyectos, la conversación… el buen estar y el mejor que hacer. Damasqueros es uno de esos lugares que hacen honor a la frase “mejor que en casa”.

 Damasqueros postre

Mi preocupación era si mis amigos Gastrocafres se iban a sentir cómodos enfrentándose no a una consistente fabada o a un chuletón de tamaño XXL, sino a la sugerente, medida y artística propuesta de Lola que, como sabéis, cambia cada semana para adaptarse a los productos de temporada.

Y triunfamos, claro. ¿Cómo no íbamos a triunfar, con ese menú refleto de explosiones de sabor? Ya les he contado en otras ocasiones algunas de las joyas de Damasqueros.

Esta vez, déjenme que me detenga en el atún. Atún de almadraba de verdad. Un atún rojo que se ha convertido, posiblemente, en el plato más exquisito de los que he disfrutado en este 2014. Por cierto, reparen en ese gazpacho, servido en unos cuencos muy, muy costarricenses. Otra muestra de que, comiendo, también se puede viajar.

 Damasqueros Atún

Y mis colegas Gastrocafres, créanme, también daban saltos de alegría al disfrutar de semejante manjar. Sin desmerecer a ese rabo de toro con que se cerraba el menú… antes de afrontar el postre.

 Damasqueros rabo de toro

Personalmente, el postre, con sus toques de membrillo, esa fruta tan de la época; y su granada… ¡Ays! Yo, que soy muy chocolatero, me quedé feliz y contento con esta mezcla de frutas tan de nuestra tierra.

Pero esta reunión Gastrocafre, además de lo puramente gastronómico; tuvo otros puntos fuertes. Como la presentación en sociedad de nuestra imagen, diseñada por José Manuel Navarro. ¿Lo pillan? ¿Pillan la referencia?

 Gastrocafres Logo

Y un regalo venido de allende el océano. De las Islas Canarias. ¿Se acuerdan de este texto? Pues todos los Gastrocafres se llevaron un ejemplar de “Un camino a través del infierno”, de ese crack que es Javier Hernández Velázquez.

Gastrocafres Un camino a través del infierno

Con el compromiso de leerlo y de arroparle en su prometida, inminente y deseada visita a Granada; y de disfrutar de párrafos tan potentes como éste:

“Me tumbé en el sillón y encendí la pantalla de plasma para visionar un Detroit-Portland de las finales de la NBA del 89. Los Pistons sí que eran tipos duros. Después de tocar fondo a finales de los setenta, la suerte regresó a la Motown cuando seleccionaron en el draft al base Isiah Thomas. Al año siguiente adquirieron al pívot Bill Laimbeer de Cleveland y al base Vinnie Johnson de Seattle. Luego llegaron Dumars, Mahorn, Salley y Rodman. El coach Daly comprendió que debían emplear un estilo agresivo que se ganó el apodo de los Bad Boys. En aquel grupo mi debilidad era Laimbeer, un Harry el sucio de las canchas.

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Laimbeer

Duro, arrogante, provocador, un tipo despreciable. Todos lo consideraban un matón, pero era mucho más que eso. Aquel malcarado, hijo de un multimillonario comerciante de diamantes, era uno de los pocos jugadores que se hubiese ganado mejor la vida fuera de las canchas que dentro de ellas”.

Excepcional velada Gastrocafre, en Restaurante Damasqueros. Repleta de risas, de conversaciones, de diversión y de creatividad.

Próximamente, más.

Ya veremos el cuándo y el dónde…

Jesús Lens

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Un camino a través del infierno

Si ahora mismo leyera cinco manuscritos, negros y criminales, que disimularan el nombre de su personaje principal, para no dar pistas; creo estar en condiciones de asegurar que no tardaría ni tres páginas en descubrir cuál de ellos ha sido escrito por Javier Hernández Velázquez. Y no por sus dejes o términos canarios, precisamente.

“La vida es una derrota asumida. Allí estaba, en aquel salón del hotel, en recuerdo de un tiempo en el que creí que una canción podría salvar el mundo (una época en que Michael Jackson aún era negro y estaba vivo)”.

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Javier Hernández

Así comienza “Un camino a través del infierno”, novela publicada por MAR Editor; finalista y mención especial del jurado del premio de novela negra L’H Confidencial del año 2013.

Con toda justicia, puedo decir ahora que la he leído.

Aunque leído no es la expresión exacta. Porque arranqué con ella la noche del martes, en el Puerto de la Cruz, y cuando aterricé en el aeropuerto de Granada, el miércoles; Mat ya se había convertido en uno de esos compañeros de viajes literarios con los que te apetecería compartir tragos, golpes e historias, hasta bien entrada la madrugada.

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO PORTADA

Mat.

A Mat venía siguiéndole la pista desde hace tiempo, a través del Facebook. Es un tipo con gusto por las armas. Cortas. Un tipo que gasta una de esas sonrisas de medio lado que, dependiendo de por dónde asome, da alegría encontrársela… o miedo. Mucho miedo.

Mat es detective. Privado. Y, obviamente, no lo lleva bien. Eso de investigar cuernos y bajas laborales es bastante ingrato. Un buen día se cita con una clienta muy especial. Su amante, para ser exactos. Y el encargo que le hace es morrocotudo: buscar a la hija que tuvo con Vicente Chinea, a la sazón, presidente del gobierno canario… en pleno proceso de reelección.

Entonces, el cristal de la ventana del garito en que están hablando salta por los aires…

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Mat

Con esas mimbres, y con el personalísimo estilo que caracteriza a Javier Hernández, la narración de “Un camino a través del infierno”, nos adentra en la podredumbre, la locura y la insania que yacen en el lado oscuro de cualquier sociedad, por aparentemente bonita y festiva que parezca.

En este caso, por fortuna para él y para sus lectores, Mat no estará solo en su particular temporada en el infierno. Por un lado, nos acompaña Eva Millar. Por otro, su nueva secretaria. Impagables, ambas. Aunque tan parecidas como el día y la noche. Como la cruz y la cara. Como el haz y el envés. Y está el político. Y su familia. La carnal y la otra. Porque muchos políticos cada vez tienen un concepto muy laxo de lo que debe ser La Familia. Y el pasado, claro. Un pasado que pesa. Mucho.

Pero, sobre todo, está Mat. Un Mat que ve la vida, como el autor, a través de un personalísimo prisma, repleto de referencias a la música, al cine, a la televisión… y para los amantes del baloncesto, a la NBA.

Porque nada de lo humano nos puede resultar ajeno.

Javier, acreditando buen gusto literario ;-)
Javier, acreditando buen gusto literario 😉

Por ejemplo, la buena literatura. Esa que te sacude y que te noquea. Como “Un camino a través del infierno”. Hasta el punto de que si la lees y no encuentras en ella un estilo fresco, desenfadado, único y, esperemos que repetible por su autor en sus próximas novelas, que ya esperamos impacientes; te pago una Alhambra Especial bien fresquita.

Y como muestra de lo que digo, especialmente dedicada a mis buenos amigos del mundo de la canasta, unas líneas muy descriptivas:

“Me tumbé en el sillón y encendí la pantalla de plasma para visionar un Detroit-Portland de las finales de la NBA del 89. Los Pistons sí que eran tipos duros. Después de tocar fondo a finales de los setenta, la suerte regresó a la Motown cuando seleccionaron en el draft al base Isiah Thomas. Al año siguiente adquirieron al pívot Bill Laimbeer de Cleveland y al base Vinnie Johnson de Seattle. Luego llegaron Dumars, Mahorn, Salley y Rodman. El coach Daly comprendió que debían emplear un estilo agresivo que se ganó el apodo de los Bad Boys. En aquel grupo mi debilidad era Laimbeer, un Harry el sucio de las canchas.

UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Laimbeer

Duro, arrogante, provocador, un tipo despreciable. Todos lo consideraban un matón, pero era mucho más que eso. Aquel malcarado, hijo de un multimillonario comerciante de diamantes, era uno de los pocos jugadores que se hubiese ganado mejor la vida fuera de las canchas que dentro de ellas”.

Jesús Lens

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