Turismo vacunacional

Los paquetes vacacionales para ir a Nueva York en régimen de ‘Todo incluido’, este verano incluirán la vacuna. No sé si el turista podrá elegir Pfizer, Moderna o Janssen igual que se debate entre las tortitas y los huevos con bacon en el buffet del desayuno, ¿pero, por qué no? Bill de Blasio, el muy progresista alcalde de la Gran Manzana, quiere promocionar la ciudad con una oferta difícil de rechazar.

Hace unas noches flipé viendo un partido de los Bucks en la NBA. Y no por las evoluciones de Anteto en la cancha, precisamente. En el Fiserv Fórum habían habilitado puestos de vacunación y todos los aficionados que habían comprado su entrada tenían la oportunidad de pegarse un chute, esperar unos minutos para que se asentara la cosa y, de seguido, ver a uno de los mejores equipos de baloncesto del mundo. Es la evolución natural de las promociones Entrada + Perrito en tiempos de pandemia.

Todo lo que rodea a la cuestión de la vacuna tiene aristas morales. En principio, no parece razonable tratar la lucha contra covid-19 como si fuera un injerto capilar: visita a Estambul, Santa Sofía, Mezquita Azul, paseo en lancha por el Bósforo y, a la vuelta, pelazo.

Utilizar la vacuna como reclamo turístico mientras en India están como están parece deleznable. ¿Pero es legítimo vacunar en España a los menores de 51 años, por ejemplo, mientras que en otros países mueren los ancianos a puñados? Item más: ¿cómo se come que una potencia biosanitaria como India, donde los laboratorios son legión, esté como está? Aquí tocaría hablar del desmantelamiento de su servicio de salud pública, tal y como denuncia la escritora Arundhati Roy, lo que excedería, con mucho, mi capacidad analítica.

Más de desigualdades vacunacionales. Ojo al titular: “Investigadores del CSIC en Granada paran su investigación contra la covid-19 porque Salud no les vacuna”. Mientras, sus homólogos en Madrid y en otras comunidades sí están inmunizados. Según la Junta, por mucho que los investigadores trabajen directamente con el SARS-Cov-2 “en cantidades masivas”, al hacerlo en laboratorios con altos niveles de seguridad ya estarían suficientemente protegidos. ¿No suena delirante? Pues está ocurriendo.

¿Qué soluciones baraja el CSIC para desfacer este entuerto? Llevarse a los científicos a que les pinchen en otra comunidad autónoma más comprensiva y/o menos restrictiva, como Murcia. Esperemos que, de paso, disfruten de un buen almuerzo huertano y unos vinos de Jumilla, porque vaya tela.

Jesús Lens

¡Vivan las vacunas!

Antes de disfrutar de la película con la que la HBO le ha puesto fin a ‘Deadwood’, estoy aprovechando la galbana de estos mediodías para volver a ver una de las grandes series de la historia de la televisión. En un episodio, los habitantes del pueblo minero se ven sobresaltados por la llegada de unos jinetes que, a galope tendido, disparan al aire con sus revólveres. Tras el susto inicial, toca la celebración: acaba de regresar una partida que salió en busca de vacunas.

En Deadwood había surgido un brote de viruela y, dejando al margen sus odios y rivalidades, los prohombres de la localidad pusieron un fondo común con el que pagar a distintos grupos de jinetes para que fueran en busca de vacunas lo más rápido posible. Una larga cola de ciudadanos esperando a ser pinchados por el mismo médico al que se le han muerto varios contagiados, supone el mejor final feliz para uno de los hilos de ‘Deadwood’.

Hubo un tiempo en que avances científicos tan importantes como las vacunas, que han salvado millones de vidas, eran celebrados como grandes logros de la humanidad. Después llegaron ellos. Los progres-regres. Los neohippis. Los iluminados. Los gilipollas antivacunas cuya necedad y egoísmo hacen que enfermedades dadas por erradicadas, como la viruela, vuelvan a ser una amenaza.

Tal y como ocurrió con la ley antitabaco, sólo a través de la legislación se puede meter en vereda a esa gente que va de librepensadora y que, en realidad, es más borrica que un arado. El diálogo, los argumentos y la discusión no sirven de nada con determinada clase de cenutrios. No merece la pena. El primer paso, es quitarles el altavoz. Eliminarlos de nuestras redes, bloquearlos y silenciarlos. Todos desempeñamos un papel esencial en no darles cuartelillo. No les entren al trapo. No difundan sus estupideces: por muy amigos suyos que sean, ignórenles.

Y tratemos de convencer a las autoridades de que, para la escolarización, sea requisito necesario presentar la cartilla de vacunación. La vida de nuestros hijos está en juego.

Jesús Lens