“Es demasiado fácil ser monstruos.
Tratemos de ser humanos”.
Dr. Víctor Frankenstein
Tres veces vi el final de la serie “Penny Dreadful”. Tres veces seguidas. Tres veces rebobiné los últimos minutos del último episodio de la temporada final de la serie gótica más Noir de la historia reciente de la televisión. Y de ello hablo en El rincón oscuro de IDEAL de hoy, la sección que mi periódico dedica a la cultura noir.
El episodio final de cualquier serie es, junto al piloto que presenta a los personajes, la trama y el escenario, el momento más delicado de un proceso creativo que, si sale mal, puede dar al traste con varios años de trabajo.
Si hablar de series está de moda, debatir sobre los desenlaces de determinadas sagas televisivas puede generar encendidas discusiones, más enconadas que las polémicas filosóficas de Kierkegaard. Hablar del final de “Perdidos” todavía levanta ampollas. El desenlace de “Los Soprano” nunca fue real, cierto y constatable… hasta la muerte de James Gandolfini, el actor que interpretaba a Tony Soprano, años después del final de la serie; y “Breaking Bad” fue algo tan memorable que consiguió mantener el listón a la altura de récord del mundo hasta el último segundo de su memorable The End.
¿Y “Penny Dreadful”? ¿Cómo termina la serie gótica por excelencia del Noir contemporáneo? ¡Tranquilos! No. No voy a destripar nada. Solo diré que termina extraordinariamente bien. En el sentido que la palabra “bien” tiene cuando hablamos de una historia protagonizada por Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo, Jekyll, Hyde, Dorian Gray y una amplia nómina de vampiros, brujas, espiritistas y demonios de todo tipo y pelaje.
Tres temporadas ha durado una de las series más turbadoramente malsanas de la televisión contemporánea. Confieso que no le tenía mucha fe, pero cuando se anunció que Juan Antonio Bayona dirigiría los dos primeros episodios, le di una oportunidad. Y es que, hasta ese momento, no me sonaba de nada el nombre de John Logan, creador de “Penny Dreadful”. Y que Sam Mendes estuviera en el ajo mientras andaba enredando con los últimos 007, tampoco era garantía de nada.
Sin embargo, fue trasladarme a ese Londres victoriano y conocer a Sir Malcom Murray, al doctor Frankenstein, a Ethan Chandler y, sobre todo, a Vanessa Ives… y caer rendido a sus pies. ¡Qué ambientación! ¡Qué atmósfera! ¡Qué decorados! ¡Qué interpretaciones!
Siempre hay que ver el cine y la televisión en VO, pero en el caso de “Penny Dreadful”, más que nunca. Ese perfecto inglés de academia, esas inflexiones de voz y esa pronunciación shakesperiana les confieren a los personajes un hálito de tragedia sin parangón.
Reconozco que, como buen Hijo de Mary Shelley, soy un enamorado de la Inglaterra victoriana en la que los avances científicos y médicos trataban de paliar las enfermedades y la miseria que asolaban las calles de un Londres en que lindaban las mansiones más opulentas con los rincones más infectos. El barrio de Whitechapel o Spitafields, tan vinculados a la historia de Jack el Destripador, son algunos de los escenarios de “Penny Dreadful”, aunque los hechos que cuenta la serie ocurren meses después de los asesinatos de Ripper Jack. Una época, en fin, en la que el calor de los versos de los poetas románticos hacía hervir las probetas de científicos letraheridos, pálidos y ojerosos.
Hablamos de una serie, además, radicalmente contemporánea en la que las mujeres tienen un gran protagonismo y una fuerza arrolladora. Porque, ¿hemos hablado ya de Vanessa? ¡Ay, Miss Ives, esa vidente interpretada por una sugestiva, inquietante y adictiva Eva Green!
Vanessa Ives es el núcleo central en torno al que pivotan el resto de personajes de la serie, los principales y los secundarios. Ella es el centro. El núcleo irradiador que seduce a los sectores aliados laterales, por utilizar una terminología errejonista que no sé lo que significa, pero que le va al pelo a una serie barroca y desmesurada como es “Penny Dreadful”.
Contemporánea, también, por el mestizaje que hay en el reparto de personajes, con unos guionistas a los que no les tiembla el pulso a la hora de incorporar a un brujo proveniente del Senegal, a un indio apache con capacidad visionaria o a un hindú con graves problemas edípicos.
Y lo mejor es que funciona. Porque “Penny Dreadful” es un canto a la otredad radical, un elogio de los que son diferentes, a los raros y a los extraños. Un canto a la marginalidad, a las pesadillas y a los terrores nocturnos. Un cuento de horror y fantasía cuyo final vi tres veces seguidas y cuyo principio estoy ardiendo por volver a ver.
Jesús Lens