Hoy, en IDEAL, hablamos de la Vega. Que bien se lo merece. ¿O no?
En uno de mis viajes a Irlanda fui a visitar unos cottages muy especiales, que trascendían la etiqueta de museos etnográficos: ¡estaban vivos! Es decir, en cada uno de ellos había personas que, ataviadas de época, lo mismo hacían café y pastel de manzana con el que agasajaban a los visitantes que estaban en los establos, ordeñando vacas. Las estancias estaban decoradas únicamente con mobiliario antiguo y tradicional y las chimeneas humeaban con la combustión de los troncos de madera arrojados al fuego.
Leyendo, viendo y hablando sobre el ambicioso y arrollador proyecto Vega Educa me acordaba de aquella experiencia. La Vega. Si cada vez que alguien ha utilizado esa palabra en algún artículo o discusión, hubiera habido un granadino que la visitara y la conociera, la Vega sería tan famosa como la Alhambra. Por lo menos. Sin embargo… ¡que tire la primera piedra el que, habiendo opinado sobre su destino, no ha puesto en su vida un pie en la Vega!
Para paliar esta situación, para darla a conocer y proporcionarle visibilidad ha nacido el proyecto Vega Educa, a través del que centros educativos de toda la provincia se han unido en una extensa red que trata de sensibilizarnos sobre los cambios que se están produciendo en esa Vega de Granada, memoria viva de una forma de vida que está en permanente evolución. Porque, aunque a algunos les pese, la Vega no se muere. ¡Y mira que los hay empeñados en asesinarla, con premeditación, nocturnidad y alevosía! Por eso, proyectos como Vega Educa son esenciales. Porque lo que no se conoce, no nos duele. Ya se sabe: ojos que no ven…
A través de la exposición abierta en el Parque de las Ciencias, de la marcha popular culminada hace unas semanas por Mago Migue con motivo de la celebración del Día de la Tierra o de su labor divulgativa en las Redes Sociales, la Vega se mueve, respira y sobrevive. En la memoria de sus ancianos. En la imaginación de los niños. En el espíritu de todos.
Sostenía el escritor africano Hampate Ba que «un anciano que muere es una biblioteca que se quema». En pleno siglo XXI de cambios vertiginosos, ni la Vega puede ser lo que fue en el siglo pasado ni podemos resignarnos a perder un caudal de sabiduría, un pozo de fructíferas experiencias de valor incalculable. Por eso, el Centro Cultural CajaGRANADA y Museo Memoria de Andalucía también aportará su granito de arena a esta reivindicación de una Vega recuperada.
En todo ello está trabajando Vega Educa, uniendo colegios e institutos con la universidad. Y con las instituciones. Y, a todos, con la gente del campo. Con el fin último de que la expresión “patear la Vega” sea sinónimo de recorrerla, conocerla y amarla, en vez de cocearla, cementarla y enterrarla, como por desgracia viene siendo habitual en los últimos lustros.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.