Mientras andaba por tierras castellanas, mi guía gastronómico era José Miguel Magín, chef de Qubba, el restaurante del hotel Saray. En uno de nuestros intercambios epistolares, hablando de la belleza de estas tierras, me dijo que solo le queda una capital de provincia española por visitar.
Esa noche me desperté agitado y empecé a recorrer España mentalmente, de abajo hacia arriba. Siempre me he jactado de conocer bien mi propio país, pero caótico como soy, nunca me había dado por sistematizar qué he visto y a dónde me falta ir.
Empezando por Andalucía, bien. En Extremadura empecé a hacer aguas. Y también en La Mancha, que por Albacete no he pasado. A la altura de Castilla-León, ya me había desvelado, cabreado conmigo mismo por tener 51 años y no haber estado en tantos y tantos lugares.
Siempre he sido un amante de los grandes viajes, convencido de que hay destinos a los que es mejor ir siendo joven, con más fuerzas y menos pejigueras que de mayor. Otros lugares más complejos abren ventanas de oportunidad que, o las aprovechas, o se te cierran para siempre. Yemen, Siria, Líbano, Malí o Burkina Faso, por ejemplo. Utilizaba viajes de trabajo o puentes para hacer escapadas a destinos cercanos, en la confianza de que siempre habría tiempo de conocerlos más despacio.
Si algo he aprendido de la pandemia es la importancia del carpe diem y del no dejes para mañana lo que puedas visitar hoy. Y si algo he sacado en claro de mis reportajes viajeros para IDEAL es la inmensa riqueza natural, paisajística, cultural, monumental y gastronómica que atesoramos en Granada, Andalucía y España. Haciendo la Ruta de la Plata, tras recorrer la costa asturiana, bajando de Gijón a Sevilla, ha habido días en que me desperté pensando como los pilotos de avión: si hoy es lunes, esto es Mérida.
Lo bueno de viajar es tanto lo que ves como lo que te dejas pendiente para futuras visitas. José Antonio Montilla me alertaba del sepulcro de Doña Urraca en Zamora —un tormentazo nos obligó a cambiar de planes— y otro internauta, de la iglesia circular de San Marcos en Salamanca, pero las dos veces que tratamos de entrar había misa.
Nos hemos dejado en el camino, también, Astorga, Benavente, Las Batuecas, Cáceres, Guadalupe, Trujillo o Granadilla. ¿Será por sitios? Es lo bueno de vivir en un país tan grande como España, en todos los sentidos de la expresión.
Jesús Lens