HASTA DONDE EL CINE NOS LLEVE NOS LLEVA A BOLIVIA

Y lo hace pasando por Santiago de Chile, donde reside uno de esos tipos a los que, sin conocer, conoces. Y aprecias. Y hasta quieres.

 

Con Bartolomé Leal vengo manteniendo un intercambio literario de lo más rico y fecundo desde hace algunos años. Concretamente, desde que leí y disfruté su aventurera «Morir en La Paz».

 

Y es que Bartolomé no sólo escribe el tipo de libros que a mí me gustaría escribir, sino que otra de sus facetas profesionales, le acerca a ese mundo del microcrédito y la cooperación para el desarrollo que tanto nos apasiona.

 

Por tanto, saber que ESTA RESEÑA de «Hasta donde el cine nos lleve» ha aparecido en el periódico La Ramona de Bolivia, de manos de nuestro Leal hombre en Sudamérica, no por no extrañarme deja de hacerme más feliz.

 

Mil gracias, compadre.

 

Y seguimos hablando…

 

Jesús Lens, ramoneando la mar de contento.

LA CAPITAL DEL MUNDO EN EL SIGLO XXI

Al principio fue Atenas. Después, Roma. Y Bizancio, antes de convertirse en Constantinopla. Y después también.

 

Damasco y Córdoba, en tiempos del Al Andalus.

 

Damasco, permanentemente habitada durante miles de años
Damasco, permanentemente habitada durante miles de años

Madrid, tras la conquista de América.

 

Y el poder se trasladó a Londres.

 

El Támesis, a pleno rendimiento
El Támesis, a pleno rendimiento

Después, aunque el poder económico se fue repartiendo, la capitalidad cultural y artística del mundo se mudó a París.

 

Y la II Guerra Mundial hizo que las vanguardias se instalaran en el nuevo mundo, en ese Nueva York que reinó durante la segunda mitad del siglo XX.

 

Y después, ¿qué?

 

Porque los ciclos se terminan y las tendencias cambian.

 

¿Cuál es la capital mundial del siglo XXI?

 

Tras la caída del Muro de Berlín, la reunificación alemana y la consolidación de la Unión Europea, todo hacía pensar que podía ser la capital de la Alemania unida la gran urbe que marcara tendencia en el nuevo siglo.

 

Y, sin embargo, los tigres asiáticos empezaron a rugir. Bombay se convirtió en una potencia para el I+D+i y la arquitectura olímpica de Pekín y esa desmesura que es Shanghai, ciudad que albergará la Exposición Universal de 2010, pusieron el foco en China. De hecho, podemos leer en El País, AQUÍ, un clarividente artículo que, titulado «Shanghai, a la caza de Londres», dice cosas como que «la recesión ha cambiado significativamente la estructura de la economía mundial, y los centros financieros tradicionales se enfrentan a un desafío creciente por parte de las economías emergentes de Oriente».

 

Impresionante, la Perla de Oriente
Impresionante, la Perla de Oriente

La llegada de Obama a Washington ha hecho que la capital norteamericana haya adquirido un protagonismo inusitado y, sin embargo, la Feria del Libro de Guadalajara (México), una de las más importantes del mundo, este año no ha invitado a un país, sino que, por primera vez, la invitada ha sido una ciudad: Los Ángeles, donde parece estar habiendo una brutal explosión de creatividad que va más allá del cine y el entretenimiento, en una región que es, en sí misma, una potencia económica mundial de primer orden.

 

¿Y África? El Mundial de Sudáfrica nos dirá si el XXI puede ser el siglo de África o si al continente negro le tocará esperar. Como a esa Río de Janeiro, próximamente olímpica. O la vitalidad de México D.F…

 

¿Capital mestiza del mundo?
¿Capital mestiza del mundo?

A ver, tras la consulta popular sobre los más felices momentos lectores de tu vida, que siguió a la famosa y heterogénea lista de películas, insistimos en preguntar: ¿qué CIUDAD piensas que está llamada a ser la auténtica capital de la primera mitad del siglo XXI?

 

Además de Comentar, dejamos una de esas Encuestas, en la Margen Derecha, solicitando vuestra activa colaboración…

 

PD.- Si votáis «Otra», haced como el Foces y dejad un Comentario diciendo cuál y, si os apetece, el porqué. ¡Gracias!

 

Jesús Lens, capitalino.       

DORMIR

Que conste que no siento la más mínima pena por él, pero su imagen todavía me tiene impresionado. Era un tipo de unos cincuenta años largos. Pelirrojo, con barba desaliñada, una chaqueta de cuero y unas zapatillas de deporte. El típico y perfecto turista británico o centroeuropeo que se apresta a coger el ferry entre Tánger y Tarifa, después de pasar un fin de semana en el norte de Marruecos.

 

Cuando pasamos el control de pasaportes, nos dirigimos a la cinta con el escáner que ahora también hay que pasar para coger el barco. Pusimos en ella nuestras maletas y mochilas y, al recogerlas al otro lado, vimos que todo el mundo miraba hacia donde estábamos.

 

Pero no nos miraba a nosotros.

 

Miraba al fulano reseñado, que a su vez miraba atónito cómo un policía acuchillaba con saña un portafolios de cuero.

 

Nos apartamos unos metros y nos unimos a los mirones. El policía estaba destrozando el portafolios. Y, cuando le arrancó el forro, sacó una lámina dura de algo, envuelto en cinta aislante negra.

 

  • Chocolate -dijo uno de los empleados del aeropuerto, que estaba siguiendo los acontecimientos con la misma atención que nosotros.

 

Y, entonces, otro de los policías arrojó, junto al final de la cinta del escáner, otra de esas lonchas forradas de negro. Y en apenas unos minutos, destrozaron todo el equipaje del hombre, que ni pronunciaba una palabra ni movía un músculo, mientras veía cómo aparecía chocolate y más chocolate, camuflado en su maleta, en una mochila, en un maletín y hasta en cada una de las tapas de tres o cuatro libros que llevaba.

 

No tengo ni idea de cuántos kilos serían. Pero el hombre iba forrado. De hecho, hasta ayudó a uno de los policías a sacar una de las lonchas que estaban en algún recoveco del equipaje. Entonces si parecían temblarle sus enormes manos.

 

Y cuando terminó el registro, uno de los policías le dijo al individuo que le acompañase, yéndose juntos al interior de las dependencias policiales del puerto. Sin esposas, sin gritos y sin aspavientos. El hombre le acompañó dócilmente, traspasaron una puerta y… au revoir.

 

Imagino que el tipo estará esta noche durmiendo en un calabozo de alguna dependencia policial de Tánger. Y no puedo evitar el imaginar que ayer, paseando por el Zoco Chico o cenando, el tipo podía estar tranquilamente a nuestro lado, regateando por una mochila o comiendo pinchitos en la mesa de al lado de la nuestra. Y, esta noche, preso.

 

Que, como decía al principio de estas notas, no es que me dé pena alguna, pero me pongo en su pellejo, cuando el policía detectara el chocolate, e imagino su vacío, sintiendo cómo el mundo se abría bajo sus pies, esa sensación de vértigo que te asalta cuando comprendes que acabas de hacer algo irreparable, que ya no tiene solución. El patetismo, el sudor frío, el pánico y el retortijón en las tripas, cuando eres lúcidamente consciente de que has metido la pata hasta el corbejón.

 

¿Qué habrá llevado a un tipo en edad de prejubilación, a cometer semejante desatino?

 

O lo mismo, sencillamente, era su trabajo y ésta vez sólo tuvo mala suerte. Quizá no quería tener que levantarse mañana a las 7 am para ir a trabajar, como bien decía una de mis compis de viaje, mientras volvíamos en la cubierta del barco, a casa, sintiendo el aire del Estrecho en pleno rostro, soñando con nuestra cama, para dormir esta noche…

 

Jesús Lens, impactado.      

Y TÚ, ¿CÓMO ACABASTE AQUÍ?

La columna de hoy viernes, en IDEAL, te tipo amejillonado.

 

Estábamos en La Corrala del Carbón. Greg había pedido un Rioja y yo una Milno. Primer tópico que se caía esa noche: estaba seguro de que el australiano pediría cerveza. Y esperaba darle una buena alegría haciéndole descubrir la dimensión «bírrica» de la Alhambra. Pero no. Pidió un Rioja.

 

La charla, tranquila y pausada, nos llevó de un lugar a otro. Para ser un chaval de apenas treinta años, Greg ya llevaba mucho mundo corrido. Era abogado y había dejado su Perth natal para trabajar en una multinacional francesa que le había destinado a Lagos con el fin de empezar un proyecto nuevo en la capital nigeriana. Tenía unos días de vacaciones y, vía Dubai, había recalado en París. De ahí se fue a Barcelona, a conocer personalmente a Luis, uno de los compañeros de la empresa a quién sólo había tratado por e mail. Y tras pasar un fin de semana en la ciudad condal con Luis y Marta, ésta le dijo que se viniera a Granada, que le iba a encantar.

 

Y allí estábamos, en la Corrala, un lunes por la noche, tomando unas tapas y charlando relajadamente. Marta me había dicho que Greg era un tipo majísimo, pero no me había advertido de su insaciable curiosidad por algunos de los acontecimientos históricos de nuestro país. Como, por ejemplo, sobre qué habíamos hecho con todo el oro que nos trajimos de América, un tema que le preocupaba enormemente y que sacó a colación cuando, camino de las Bodegas Castañeda, pasamos por el monumento de Colón e Isabel la Católica.

 

Charlamos acerca de los árabes y su expulsión, de las Alpujarras, de la pujanza de ciudades como Barcelona frente a la abulia de otras, congeladas en el tiempo. Y hablamos de China, donde su novia trabaja seis meses al año. Y, entonces, cuando tomábamos un mojito en el Pícaro, llegó la pregunta: «Y tú, ¿cómo has acabado aquí?»

 

Me sentí como un paleto. No recuerdo qué dije exactamente, pero más o menos farfullé que no. Que yo no había acabado en Granada. Que yo había empezado aquí y que no había salido nunca, excepción hecha de una experiencia laboral de seis meses en Motril.

 

Ojo, me encanta Granada y soy feliz en ella. La pena, de hecho, es que no seamos capaces de convertirla en una ciudad aún más atractiva, creativa y provocadora para que la gente se venga aquí a trabajar, crear y vivir. Pero la pregunta de Greg se me quedó bien clavada, como un anzuelo en el pulgar del pescador inexperto, haciéndome sentir un poco amejillonado, como escribía Álvaro Pombo: de no salir por ahí fuera, de no darles el aire, las mentes corren el riesgo de quedarse tan amejillonadas que no se abran ni con agua hirviendo.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL TIEMPO SE ACABA

Tendemos a pensar que tenemos, siempre, todo el tiempo por delante. Pero no es así. Hay cosas que, o hacemos ahora, o ya no haremos nunca. Por ejemplo, el cambio climático hace estragos. Así, las célebres nieves del Kilimanjaro tienen sus horas contadas. Pero es que, además, una feroz sequía se está cebando con Kenia.

 

Como las cosas sigan así, los safaris del futuro serán como éstos que nos muestra Andreas Smetana en ESTA campaña para World Wildlife Foundation, premiada por el World Press Photo.

 

Los fondos marinos serán así:

Las zonas verdes presentarán este aspecto:

¿Está en nuestra mano hacer algo para cambiarlo?

 

Jesús Lens, inquietado por el tiempo que se nos va…