Lo sé, lo sé. Un titular así puede sonar a provocación. Hoy es el día más odioso de la semana para millones de personas. En verano, más aún. Hoy habrá retenciones en la autovía de la Costa a primera hora de la mañana y, en la oficina, más de uno mostrará siniestras y preocupantes ojeras.
Sin embargo, un lunes como el de hoy resulta imprescindible para la gente a la que ayer domingo se le hizo insoportable, insufrible e interminable. Ayer, las calles de Granada ardían desde muy temprano y poner un pie en la acera era un acto suicida, además de inútil: la ciudad entera estaba chapada, con la honrosa excepción de esas cafeterías y bares de barrio que tanto hacen por la cohesión social y la supervivencia de la especie.
Ayer, tumbado en el sofá y sin mover un músculo, en plena celebración práctica del Día Mundial del Perro, vi una película llamada ‘El perdido’ que me hizo recordar una explosiva obra de teatro de Jesús Cracio, ‘Los domingos matan más hombres que las bombas’, con textos de Max Aub, Bukowski, Monzó, Cioran y otros autores.
Un hombre sube a la montaña conduciendo una moto. No lleva nada consigo, excepto una escopeta de caza. Si la película fuera de la plataforma de Movistar, aquello habría desembocado en la persecución de un asesino en serie, con la pantalla repleta de explosiones, ruido y pirotecnia. Si hubiese sido de Netflix, el menda habría llegado a la cumbre de la montaña para entablar contacto con una lejana civilización extraterrestre. Sin embargo, como la veía en Filmin, al dejar la moto, el sujeto se sentaba bajo un árbol y coqueteaba con la idea de pegarse un tiro.
En domingos como el de ayer hay que tener mucho cuidado con qué películas se ven y qué discos se escuchan. Con quién y dónde quedas para tomar una caña y qué libro o tebeo decides leer. Los tórridos domingos de verano exigen una meticulosa preparación para que no se conviertan en peligrosas y potenciales armas letales.
Jesús Lens