Es una de las figuras más nocivas, tóxicas y repulsivas de las redes. Estos días, el despreciativo está muy activo en torno a la serie del momento: ‘Chernobyl’, una producción que nos ha tenido con el corazón en un puño durante las semanas en que se han ido estrenando cada uno de sus cinco capítulos.
La HBO, confiada en la calidad y en la capacidad adictiva de su nueva miniserie, ha ido subiendo un episodio cada martes, teniendo enganchados a los espectadores a lo largo de un mes largo y sumando a nuevos adeptos a la causa todas las semanas.
Los comentarios sobre ‘Chernobyl’ eran abrumadoramente positivos y laudatorios, rendidos a los pies de Craig Mazin, el creador de la serie. Entonces llegó él. Uno de esos intelectuales que se permitió recordarnos que existe un libro llamado ‘Voces de Chernóbil’. Lo que no hubiera estado mal… de no ser porque el sujeto nos tachaba de superficiales, incultos y facilones: pudiendo leer el libro de la Premio Nobel de Literatura de 2015, Svetlana Aleksiévich, ¿por qué perdíamos el tiempo con una serie, algo tan banal y superficial?
El ser despreciativo es así, siempre propenso a repartir carnés de pureza, sea cultural, formativa o ideológica. Es el cuñao por excelencia, el que siempre está por encima de los gustos de los demás. El más exquisito, conocedor y… sabihondo.
Y luego están los que, alabando ‘Chernobyl’ por ser un pedazo de serie, terminan sus posts con un despreciativo: ‘¿Y tú? ¿Sigues perdiendo el tiempo con ‘Juego de tronos’?
No pueden evitarlo. Tienen que meter la cuña falsamente culta. Por un lado, te dan el placet por ver lo que hay que ver. Pero inmediatamente te recuerdan que perdiste el tiempo con un subproducto de consumo masivo y que, por tanto, estás por debajo de ellos. Siempre por debajo.
Para el ser despreciativo, todo el que no ve, lee o escucha lo mismo que él, es un ente merecedor de pena y conmiseración. Un ser inferior sin criterio ni preparación. El ser despreciativo se convierte, así, en francamente despreciable…
Jesús Lens