A final de año, o estoy por ahí lejos o, cuando me quedo en casa, hago balance de los doce meses transcurridos así como vaticinios de los doce que están por llegar. Hago listas con los mejores libros o películas de año. Hago recuento de momentos. Hago promesas y propósitos para el año entrante.
Este año no está siendo así.
En realidad, no tengo sensación de que 2012 esté terminando o de que 2013 esté a punto de llegar. Quizá, había puesto demasiadas esperanzas en la profecía maya…
El caso es que no aprecio sustanciales diferencias entre lo que 2012 nos ha deparado y lo que 2013 nos promete.
A grandes rasgos, claro.
Por eso, insisto, como escribía en IDEAL hace unos días en este artículo; tendremos que ser nosotros, por separado y en conjunto, los que vayamos construyendo un 2013 mejor de lo que parece que va a ser. Más humano. Más dichoso. Más feliz. Más humanista. Más comprometido. Más fructífero. Más creativo. Más abierto.
Con miras más altas y más lejanas.
Otro de los motivos por los que no aprecio diferencias significativas entre 2012 y 2013 es porque Willy Uribe sigue en huelga de hambre y Reboredo, en la cárcel. Me parece tan injusto, tan increíble, tan aberrante…
Pensar en todo lo malo que ha tenido 2012 es absurdo. Temer todo lo peor que nos va a traer 2013, también. Y no porque queramos aplicar la táctica del avestruz, sino porque ya lo sabemos. Y ya lo damos por descontado. Y por asumido.
OK. De acuerdo. Está bien. 2013 va a ser durísimo. Vale.
Queda dicho. La cuestión es, ¿qué podemos hacer, tú y yo, para que sea mejor de lo previsto o, al menos, para que no sea tan dañino?
Willy Uribe nos está dando una lección de compromiso y dignidad, por ejemplo.
Vamos a ir pensándolo y hablamos de todo ello. Porque 2013 está ahí mismo. A tiro de piedra.
«El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional».
Haruki Murakami.
De qué hablo cuando hablo de correr.
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Pasé el viernes y el sábado en Las Alpujarras, con mi hermano, con Mamen y las niñas. Con José Antonio, Mari Carmen y los niños. Felices. En Trevélez, haciendo excursiones, disfrutando del sol, leyendo mucho, riendo, discutiendo amigablemente, comentando…
El domingo, igual, pero en Pampaneira, remontando el río y dando una vuelta por uno de los pueblos señero de una de las comarcas más bonitas, atractivas, subyugantes y maravillosas que he tenido la dicha de conocer.
Cuando volví a casa, el domingo, aunque llegaba dichoso y contento, traía un cierto regomello, que le decimos por aquí: que si platos alpujarreños, que si Alhambras Especiales heladas, que si chocolates artesanales… ya sabéis. Lo propio de un fin de semana de asueto y vacaciones.
El regomello, también lo sabéis, viene dado porque un amigo está en huelga de hambre. Willy Uribe. Sus razones, sus palabras, sus vídeos y los enlaces para firmar por la libertad de David Reboredo, los tenéis AQUÍ y os ruego que lo escuchéis y le deis toda la difusión posible. Porque es justicia. ¡Y firmad, por favor! Las firmas, sirven.
Cuando hablo de “mi amigo Willy Uribe”, lo mismo alguien piensa que somos Cuates, compadres o hermanos de sangre. No es así. Con Willy he coincidido algunas veces en Semana Negra, hemos compartido sidras, cañas, empanadas, y, como siempre ocurre en Semana Negra, palabras. Muchas palabras.
Sí recuerdo sus lágrimas de emoción en una de las presentaciones que le hacía Cristina Macía. Uno de esos momentos eléctricos que arrancaron un aplauso inmenso de quiénes les escuchábamos. Porque Willy es un tío sensible y emocional. Como el que más.
Luego he leído uno de sus libros. Y le seguía a través de Factual. Nada más. Y nada menos. ¡Si hasta creo que no éramos amigos del Facebook, que ya es decir!
Pero su huelga de hambre, que hoy, día de Nochebuena, alcanza más de dos semanas de duración, me ha impactado. Porque la hace por una causa justa, sin conocer siquiera a ese David Reboredo a quién EL GOBIERNO TIENE QUE INDULTAR, SÍ O TAMBIÉN. ¡Ya, por favor! Pero, sobre todo, porque es de justicia.
En esta vida, yo hago pocas cosas bien. Una de ellas es comunicar. Creo. La otra; correr. Y no porque sea bueno, sino porque soy constante, terco y cabezón hasta la cansinez y el aburrimiento.
Así que, ayer mismo, al volver de las Alpujarras, decidí dedicar mi carrera de Nochebuena a la causa de David y de Willy. Primero pensé en hacer 20 kilómetros. Tenía una costilla averiada desde el miércoles y llevo tiempo sin hacer entrenamientos largos así que… pero luego pensé que no. Que 20 kilómetros ya los he corrido este año varias veces.
Que para sufrir, de verdad, tenían que ser más. 25, por ejemplo. Desde que entrenaba para la Maratón de Sevilla no había hecho esa distancia. Hace ya más de cuatro años. Joder, Cuando aún estaba en los treintaytantos.
25 kilómetros, pues.
Cogí mi dorsal de la Media Maratón de Granada de este año, (aquellos infaustos 21 kilómetros de hace un mes) y lo tuneé con el #Reboredo y el @WillyUribe_WU que ya incendian la Red.
No me dio tiempo a hacer una convocatoria más amplia a amigos corredores que, quizá, se habrían sumado a la misma. Todo fue fruto de un volunto. Nada premeditado o planeado. Ni el recorrido. Ni la hora. Pura improvisación. Un volunto, como digo.
Eso sí, Flor, la Gacela, no dudó un segundo en apuntarse y acompañarme. ¡Y menos mal que vino, que su compañía ha sido esencial!
Hablar sobre los sufrimientos de una carrera, cuando Willy lleva más de 15 días en huelga de hambre, sería ignominioso.
Solo diré que, cuando llevábamos 4 kilómetros, bromeábamos: “Ya solo nos queda una Media Maratón”. Al pasar el kilómetro 5, ya nos quedaban menos de 20. Y al llegar a los 12,5, que es mi recorrido habitual y las distancias a las que estoy acostumbrado; ya empecé a sufrir pensando en que me quedaba justo la mitad del kilometraje prometido.
Las medias por kilómetro: unos 5 minutos y treinta segundos en la primera parte del recorrido de la Bicha y, después, algo más rápido. Unos 5 minutos y diez segundos. Hasta llegar al kilómetro 20.
Como bien había previsto, el cuerpo se me vino abajo y ahí sí que sufrí como un perro, por la zona del Campus de la Salud.
Pero había que terminar.
Y terminamos.
Ahora apenas puedo andar y parezco un mostrenco robótico. Más de lo normal.
No pasa nada. Las rodillas, los músculos y los tendones se recuperarán. Y espero que la mucha gente con la que nos cruzamos esta mañana viera los nombres de Reboredo y de Willy en nuestros dorsales (el de Flor, bastante mejor currado que el mío) y sepan algo más de esta causa justa.
Querido Willy, mucho ánimo.
Confío en que el indulto a David llegue pronto. Porque es de justicia. Pero si no, y si tú perseveras en la huelga de hambre, seguiremos apoyándoos con convocatorias como esta, pero con tiempo, por si más gente se quiere unir, a hacer el recorrido, completo o en parte. Corriendo, en bici o en moto.
Un abrazo muy fuerte, desde el cíberespacio, David y Willy.
Y gracias por haber sacudido nuestras conciencias y agitado nuestras vidas.
Jesús Lens
PD.- La prensa de Cataluña empieza a interesarse por la iniciativa de Willy. La prensa normal, quiero decir. Porque la red, los blogs y los Facebook arden con su historia. Ojalá cunda el ejemplo y más prensa se haga eco de la historia.