En estos días en que hasta el Facebook huele a incienso, una de las mejores soluciones para huir del empacho semanasantero es ceder a la tentación… y pegarse un buen atracón de series.
En la próxima entrega de “La vida en serie”, Blanca Espigares, Alfonso Salazar y Salvador Perpiñá hablamos largo y tendido sobre series protagonizadas por personajes femeninos. Entre ellas, por supuesto, “The Good Fight”, spin-off de la muy exitosa “The Good Wife”.
De entre las muchas cosas buenas de la nueva serie de abogados interpretada por Christine Baranski, la mejor es que el primer episodio arranca con Trump jurando su cargo de presidente de los Estados Unidos, lo que da una idea de la rabiosa actualidad de muchas de las tramas que se entretejen en “The Good Fight”.
Por ejemplo: un médico supervisando y dirigiendo con su smartphone, a través de una video-llamada, una operación quirúrgica practicada a un supuesto terrorista de ISIS en Siria. O una estafa piramidal que pone en jaque los ahorros de miles de inversores. La primera historia se agota en un solo episodio. La segunda, se alarga durante toda la temporada.
Porque lo mejor de series como “The Good Fight” es que combinan las tramas de largo recorrido con otras autoconclusivas que empiezan y terminan en el mismo episodio. Y, así, se combinan cuestiones raciales y sexuales con buscadores de Internet cuya posición dominante los convierte en amenaza oligopolística. Hay episodios basados en el acoso cibernético, en las filtraciones masivas de datos o en el espionaje a través de los más modernos dispositivos móviles. Que hoy, llevar un micro encima es tan sencillo como darle al On a una App del móvil.
Y están los maravillosos secundarios. Entre los más sorprendentes, para mi gusto, ese par de jóvenes inversores que no tienen ni idea de Derecho, leyes o tribunales, pero que han diseñado un algoritmo tan sofisticado que les dice cuándo sufragar los costes de un procedimiento y cuándo no, tras analizar mil y una variantes y circunstancias del caso… en décimas de segundo.
Y ahí están los mejores abogados de un gran bufete de Chicago, tratando de convencer al algoritmo de que el caso que tienen entre manos es bueno. De que pueden ganar. Y el algoritmo, haciéndose de rogar… y pasando de su retórica y sus carísimos trajes de diseño. ¡Espectacular!
Jesús Lens