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Todos los colores de la oscuridad

Pregunta: ¿recuerda usted a qué edad dejó de necesitar un punto de luz cerca de su cama para poder dormir sin sobresaltos? “La noche es oscura y alberga terrores”, reza una de las frases más memorables de ‘Juego de tronos’. ¡Ay, la oscuridad, a la vez tan tentadora y tan aterradora!

Me ha vuelto a pasar. Apenas ha comenzado 2025 y ya tengo el convencimiento de haber leído una de las novelas del año. No sé si la crítica más sesuda y exquisita tendrá en cuenta ‘Todos los colores de la oscuridad’ en sus clasificaciones, allá por diciembre, pero en la lista con mis lecturas más obsesivas, emocionantes y memorables, fijo que sí aparecerá. 

Les decía que me ha vuelto a pasar porque el pasado año lector lo iniciábamos con ‘Golpe de gracia’, de Dennis Lehane, otro cañonazo de libro, de esos que te vuelan la cabeza, una expresión muy negro-criminal, por cierto. 

Una mañana cualquiera, Patch mira a través de la ventana de la cocina de su casa en Monta Clare. “A los trece años creía con todas sus fuerzas que más allá de la meseta de Ozark había oro. Que había un mundo mejor esperándolo. Aunque unas horas después, cuando yaciera moribundo en el bosque, recordaría esa imagen congelada de la mañana y la estrujaría hasta que los colores se diluyeran, porque sabía que no podía haber sido tan bonita. Que nada era nunca tan bonito en su vida”. 

Estamos en la primera página de ‘Todos los colores de la oscuridad’ y Chris Whitaker ya ha descubierto sus cartas, presentándonos a ese chavea, Patch. “Más tarde ese mismo día la policía repasaría los entresijos de su vida y descubriría que le gustaban los piratas porque había nacido con un solo ojo, y su madre había alentado todo ese cuento del sable y el parche porque a menudo para chavales así la fantasía ayudaba a soportar una realidad demasiado cruel”. ¡Y seguimos en la primera página de las 550 de una novela que, durante las pasadas Navidades, me ha quitado el sueño varias noches seguidas, en un sentido literal de la expresión!

Para variar, no les voy a contar nada sobre la trama de este novelón publicado por la editorial Salamandra, que ha comenzado la celebración de su 25 aniversario por todo lo alto, y traducido por Eugenia Vázquez Nacarino. Solo les diré que va sobre gente que desaparece y cuya ausencia marca las vidas de otras muchas personas. 

Y hay que hablar de la oscuridad, claro. ¿Han reparado en la poesía del título de esta novela? ‘Todos los colores de la oscuridad’. ¡Foh!

Hay un momento de la narración en el que Whitaker convierte una mano tendida en ese punto de luz del que hablábamos al principio. Seguro que tiene usted en su memoria, grabado a fuego, el instante preciso en que alguien le cogió una mano. Porque es un gesto aparentemente sencillo. Pero en determinadas situaciones y circunstancias puede alcanzar una significación y una importancia sin parangón. 

‘Todos los colores de la oscuridad’ es una novela-río en estado de gracia que no se termina nunca. Felizmente. No hace ni dos semanas que finalicé su lectura y, mientras escribo estas notas, tengo ganas de volver a leerla. Sus ecos no se apagan. Sus personajes viven, respiran y te siguen diciendo cosas.

Hay dos tipos de libros: los que cierras por siempre jamás cuando pasas su última página y esos pocos, prodigiosos, a los que sabes que alguna vez volverás. ‘Todos los colores de la oscuridad’ es uno de ellos. ¡Qué bueno, saber que estamos condenados a reencontrarnos! Gracias, Chris… 

Y menos mal saber que tengo pendiente de leer ‘Empezamos por el final’, su novela anterior. Un refugio literario contra la tormenta. 

Jesús Lens


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