Hoy, en IDEAL, publico este artículo, sobre ciertas dudas y confusiones que uno tiene. ¡Y que no falten!
Al haber escrito algunos artículos sobre la Educación recientemente (ver AQUÍ), me anima un buen lector a opinar acerca de la reciente huelga en la enseñanza. Le contesté que, para mí, el principal problema es que, en vez de consensuar una imprescindible y perdurable política educativa, los partidos siguen haciendo política con la Educación, tirándosela a la cara. Y que así no vamos a ningún sitio.
Mi contertulio virtual se mostraba de acuerdo y me hacía partícipe de sus zozobras de estos días: si iba a la huelga, le hacía el juego a unos sindicatos rendidos a la Junta. En caso contrario, era tachado de carca inmovilista y de facha trasnochado.
Y ahí radica el quid de la cuestión: en las etiquetas y en la necesidad, siempre, de tomar partido. Por ejemplo, Recortes y PP parecen haber conformado un matrimonio de (in)conveniencia que ha calado en el imaginario colectivo de buena parte de la ciudadanía. Pero, en Andalucía, la que ha vuelto a eliminar las pagas extras de los funcionarios autonómicos ha sido la Junta de Andalucía. ¿O no?
Como vivimos en un mundo globalmente interconectado, en tiempo real, nada de lo humano nos debería resultar ajeno. De ahí cabría deducir que siempre deberíamos tener una opinión formada, de inmediato, sobre todo lo que pasa en el mundo. Sobre cualquier noticia. Sobre cualquier materia. Y, por supuesto, hay que pronunciarse. Con rapidez y celeridad. Mejor antes que después. Y tomar partido, claro. Como si asistiéramos a un Madrid-Barça, perpetuo y permanente.
Sin embargo, este mundo es cada vez más complejo y determinadas cuestiones no son fáciles de comprender. Por ejemplo, la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que está permitiendo la puesta en libertad de peligrosos violadores y asesinos. A mí también me da pena y me produce indignación, impotencia e indefensión ver a los perros rabiosos de ETA, condenados por múltiples asesinatos, pasear por las calles en libertad. Y pensar que Ricart, uno de los salvajes asesinos de las niñas de Alcasser, pueda salir de prisión, me retuerce las entrañas.
Pero no me siento capacitado para valorar, juzgar, condenar, rechazar o aceptar la dichosa sentencia. Por más que sea licenciado en Derecho, ni he estudiado los antecedentes ni he profundizado en los razonamientos jurídicos que han tumbado la Doctrina Parot. Solo sé lo que unos y otros interpretan sobre la misma. Y, en esas condiciones, no me siento legitimado ni para opinar ni, muchísimo menos, para tomar partido. Es un tema demasiado complejo y, tan técnico, que solo me valen los análisis, fundados, de los mejores juristas.
Para estar en condiciones de comprender las situaciones más complejas, es necesario dedicarles tiempo y esfuerzo. Hace falta documentarse, leer, estudiar, ver y escuchar. Confrontar. Y todo ello, desde luego, no casa con esa imperiosa necesidad, compulsiva y perentoria, de opinar, manifestarse y tomar partido, siempre y en todo momento, sobre cualquier información, noticia, acontecimiento o situación.
Jesús Lens
Twitter: @Jesus_Lens