Mi columna en IDEAL del pasado domingo, incluye una duda que les traslado a ustedes, estimados lectores.
La duda me surgió leyendo a una columnista de un reputado periódico de referencia, entre lo nacional y lo nacionalista: ¿dónde trazar la línea que separa el costumbrismo del tontol’habismo?
La articulista comenzaba su columna señalando que se sintió humillada cuando una policía la cacheó en el control de un aeropuerto. Leí con atención el artículo, buscando en qué consistió la vejación, pero no había nada: resultó que el solo hecho de ser cacheada, ya le pareció humillante.
¡Hay que joderse, con qué facilidad utilizamos determinadas palabras, términos y conceptos! Imagino que esta mujer no sabe lo que es una humillación. De saberlo, bien se habría cuidado en no utilizar una expresión tan desmedida en un artículo que, en realidad, se centraba en lo caros que salen los bocadillos de jamón en los aeropuertos… teniendo en cuenta que ni siquiera le restriegan tomate al pan, como la articulista bien se encargaba de recalcar.
A ver. Un momento. Tiempo muerto. ¿Nos estamos volviendo tontos del haba o qué demonios nos está pasando? Con la que está cayendo, ¿es razonable sentirse humillado porque te cacheen en el control de un aeropuerto? Más aún, ¿es admisible dedicar una columna a criticar el precio de la comida de los aeropuertos?
Y ahí es donde me surgió la duda. Porque últimamente he escrito artículos sobre cuestiones como el transporte público, el ruido en Granada y la basura y la suciedad. ¿Son temas de suficiente enjundia como para dedicarles tiempo, reflexión y esfuerzo o, en el contexto en que nos encontramos, resultan banales, inanes y poco apropiados?
Es una cuestión que siempre nos afecta y nos preocupa a los articulistas: ¿sobre qué escribir? Tras los atentados de París, Malí y Túnez, el estado de excepción decretado en Bélgica o el derribo de un avión ruso por parte de los turcos; cualquier artículo que no verse sobre la geopolítica global y la posibilidad de una III Guerra Mundial podría parecer baladí.
Sin embargo, en España tenemos unas elecciones generales en unas semanas. Y algo habrá que decir sobre ellas. Aunque, dado que los candidatos, más que confrontar sus programas electorales prefieren confrontar su grado de simpatía e ingeniosidad en programas de evasión, ¿se merecen que les dediquemos siquiera un párrafo?
En cualquier caso y más allá de los recientes atentados de ISIS, ahí tenemos el drama de los refugiados sirios, sin solucionar. Por no mencionar el tema de los inmigrantes subsaharianos, que siguen muriendo por cientos, pero como no dan un ruido… Y está la violencia de género, algo aberrante, lacerante y salvaje.
Demasiados grandes temas, por desgracia. Y, entonces, leo lo del cacheo humillante y el jamón sin tomate y me pregunto si no estaremos haciendo como Goya, cuando ¿malgastaba? su talento en coloristas estampas cortesanas como el juego de la gallina ciega, el pelele y otras simplezas temáticas por el estilo.
Sobre todo, porque el genio aragonés terminó sus días obsesionado con sus tenebrosos Caprichos y, lo que es peor, con sus descriptivos y realistas Desastres de la guerra.
Jesús Lens