En Granada hay dos tipos de gente: los que piden la Torta de la Virgen tradicional y los que la piden con relleno moderno de crema pastelera, nueces, almendras y hasta de chocolate.
La torta de toda la vida, con su relleno de cabello de ángel, no es como el tradicional Roscón de Reyes, algo difícilmente comestible que exige ser sumergido en un gran tazón de leche Puleva bien caliente para que haga efecto esponja. Que si no, no hay quien se lo trague.
La Torta de Virgen, con su delicado cabello de ángel y su compacta capa de azúcar por encima, no necesita de mares lácteos por los que navegar para ser un bocado exquisito. Y así nos lo parece, estoy convencido, porque solo se come una vez al año. Y de este tema, menor, pero creo que interesante, hablo hoy en IDEAL.
De ahí que no entienda esa moda de rellenar la Torta de la Virgen de mil una garguerías. Y es que, de un tiempo a esta parte, con la popularización de las artes pasteleras, lo mismo da que te comas una tarta de cumpleaños que un roscón de reyes. Una torta de virgen que una torta de chocolate. Todo acaba sabiendo a lo mismo.
Que yo soy un adicto al cacao, ojo. Que, siempre que puedo, pido de postre el Pastel de Tres Chocolates bañado en Chocolate Blanco sobre Lecho de Chocolate Negro. Pero una Torta de la Virgen es lo que es. Y punto. Y, dado que se come una vez al año, ¿qué necesidad hay de meterle todo tipo de cremas pasteleras? ¿Por qué no disfrutar de una receta única y original, estos días de septiembre?
Detalles tan nimios y escasamente importantes como éste constituyen una prueba más de que, poco a poco, vamos estandarizando nuestras vidas hasta en los aspectos más banales e intrascendentes. Comidas que saben iguales unas que otras. Aceites que no rascan la garganta. Música fácilmente intercambiable. Literatura fabricada a golpe de sujeto, verbo y predicado en frases de una línea que no cansen al lector…
Llega el veintipico de septiembre y comprar la tradicional Torta de la Virgen se convierte en un acto de resistencia propio de aquellos Galos de Asterix que tomaban su pócima mágica para derrotar a los romanos. Que no es por la torta en sí. Ni por el chocolate. Que es por el detalle. Nada más. Y nada menos.
Jesús Lens