Nuestros polemistas locales, los Patanegra de la bronca y la discusión, deberían elevar una enérgica protesta ante la autoridad competente por el auge de las discusiones acerca de las cabalgatas de Reyes, a comienzos de año.
¿Se acuerdan ustedes aquellos tiempos en que el año comenzaba, en Granada, el día 3 de enero? Porque todos sabemos que el 1 es un agujero negro en el espacio-tiempo que pasa entre la resaca/cansancio de los excesos de la Nochevieja y el empacho de comerse los restos de la última cena.
Hasta la televisión contribuye a la pesadez y a la invisibilidad propia de ese día 1, gracias a una rancia programación con olor a naftalina, incluidos los destapes de la Pedroche. Que manda huevos, tan modernos que nos creemos, dedicarle espacio, tiempo y esfuerzo a discutir sobre si una señora hace bien o hace mal en salir medio desnuda -o a medio vestir- a dar las Campanadas. ¡Quién diría que ya han pasado treinta años del pezón de Sabrina!
La tregua mental que nos daban los finales de año empezó a torcerse cuando los presidentes las comunidades autónomas decidieron concederse un último minuto de gloria y ofrecernos una monserga en forma de discurso, tratando de emular al rey. Inútilmente, por supuesto. Que nadie les escucha. ¡Es que ni a Susana Díaz, disfrazada de Cersei Lannister en un spin-off de Juego de Tronos!
Luego llegaba el día 2. Que en Granada seguía siendo festivo, gracias a la Toma. Una inmensa mayoría de granadinos aprovechábamos para prolongar el estado de letargo del día 1, celebrando las onomásticas de los Manueles y los Jesuses (gracias por sus felicitaciones, gracias), lo más alejados posible del centro gravitacional de una ciudad que seguía cerrada a cal y canto, ajenos a la bronca que provoca la tremolación del pendón, aunque fuera trending topic en Twitter.
Pero ya no. Desde hace un tiempo, las cabalgatas de reyes se han convertido en algo polémico, entre las modernidades, las antigüallas y las amenazas de lluvia. Ya es tradicional, nada más comenzar el año, una buena bronca a cuenta de quiénes pueden desfilar y quiénes no, junto a los Magos de oriente. Y así, las discusiones sobre la Toma se empiezan a quedar obsoletas, reducidas a algo nostálgico que solo altera a unos pocos forofos, de uno y otro lado.
Jesús Lens