Ustedes conocen el célebre aforismo sobre la fugacidad de la actualidad informativa: el mejor reportaje de hoy solo sirve para envolver el pescado de mañana. A veces, sin embargo, las cosas son diferentes. Como en el caso de Fran: tras varios años esperando una operación para su grave caso de columna vertebral desviada, una portada de IDEAL y el reportaje de Javier Barrera han sido mano de santo y todo parece encarrilado hacia su imprescindible intervención. Que ya le vale, al SAS, pero que bien está lo que bien acaba.
Otro tópico, este más reciente: las redes sociales son un estercolero mayormente dedicado a insultar, vilipendiar y lapidar a cualquiera que ose sacar los pies del tiesto.
Estos días, sin embargo, estamos asistiendo a un fenómeno ilusionante: arden las redes, sí, pero lo hacen para dar visibilidad y reconocimiento a Jon Badiola, un médico granadino cuyas investigaciones pueden ayudar a encontrar una cura para el VIH.
Un trabajo sobre hematología del doctor Badiola, médico residente en el Virgen de las Nieves, fue premiado internacionalmente en Lisboa, pero la noticia saltó el 21 de marzo a través de EFE y, a esas alturas de mes, la Semana Santa lo copaba todo. Ya saben: los novios de la muerte, el Silencio iluminado, las calles enceradas, los apartamentos turísticos… las polemiquillas de las que hablábamos hace unos días.
Y así, entre unas cosas y otras, solo IDEAL le dio bola al asunto. Pero el tema no pasó de rondón en las redes, que lo han recuperado y difundido masivamente.
¿Las redes? ¿He dicho redes? Miento. Las redes no son nada, per se. Las redes solo son un vehículo de transmisión de información. Y los responsables de leer, difundir y valorar, somos nosotros. La gente. Las personas. Preferentemente, las humanas. Que ya sabemos a lo que nos conducen los bots y los algoritmos, cuando les damos el poder y se desencadenan, como Django.
Arden las redes, sí. Pero los pirómanos somos nosotros. Igual que deberíamos ser los bomberos que contribuyeran a extinguir tanto incendio cutre y de medio pelo que nos atufa.
Jesús Lens