Muy gráfico el término empleado por Jacobo Calvo, secretario de organización del PSOE de Granada, para hablar de la (im)posibilidad de sentarse a hablar con el —por ahora— alcalde de Granada: “Con Luis Salvador no vamos ni al tranco de la puerta, que lo tenga todo el mundo claro”.
Para el regidor granadino, el antiguo convento del Carmen se ha convertido en el reino de Narnia, un mundo de fantasía en que lo improbable es posible. Por ejemplo, repartirse entre dos personas el gobierno de toda la ciudad. Salvador tiene dos posibilidades: irse o marcharse. Solo, o empujado por otros. Eso es así y a estas alturas de la película lo sabe básicamente todo el mundo… excepción hecha del propio Salvador, por lo que parece.
¿A qué juega Ciudadanos? ¿Cómo es posible que, para defender su alcaldía más importante, Arrimadas y Marín permitan que sus siglas y sus colores chapoteen en el barro de esta manera, convertidos en el hazmerreír de toda España? Por no decir hazmellorar, que es lo que nos pide el cuerpo a los granadinos.
¿Por qué ha mentido el PP de forma descarada a la ciudadanía un día detrás de otro, hablando de una cohesión en el gobierno municipal que jamás existió? ¿Qué símil taurino esgrimirán ahora desde Vox, cooperadores necesarios en el esperpento municipal?
El pacto de no agresión entre PP y Cs en Andalucía empieza a parecerse a una pantomima que no aguanta un mínimo análisis serio y riguroso. Concejales como Manuel Olivares, por ejemplo, están como los almonteños en el Rocío, locos por saltar la verja que separa los predios azul y naranja.
Ahora mismo, Ciudadanos es un partido zombi que no representa ni a una mínima fracción de los electores que le votaron en su momento. Hay que tener en cuenta, además, la tocata y fuga de Teresa Rodríguez de Podemos y la escisión de su grupo en el Parlamento andaluz. Por higiene democrática, empieza a ser perentorio el adelanto de las elecciones autonómicas, más allá de lo que pase en Granada.
Con la campaña de vacunación a toda vela y a la espera de los fondos europeos, sería conveniente cerrar un ciclo político que ya no responde a la realidad, ni de lejos, y abrir uno nuevo. Ayuso lo hizo en Madrid y, por mucho que les duela a algunos, el electorado habló alto, claro y de forma inequívoca. ¿No toca ya en Andalucía?
Jesús Lens