El ruido del choque me sorprendió terminando de leer el periódico. Instantes después comenzaron las voces y los gritos. No entendí muy bien si uno de los muchachos le gritaba a otro que le iba a matar o le echaba en cara que les podría haber matado, pero antes incluso de asomarme al balcón, supe lo que había pasado: otro accidente en la confluencia entre el final de la Avenida de Cádiz y la calle Baden Powell.
Cogí el móvil y bajé a la carrera. Cuando llegué, los ánimos se habían calmado, por fortuna. Pero el espectáculo era terrible, con un coche destrozado, la acera reventada y el poste con el espejo que debería ayudar a los conductores, arrancado de cuajo y tirado en mitad de la calzada, buena prueba de su inutilidad. Por fortuna, no había que lamentar daños personales graves.
Lo peor del asunto es que a ninguno de los vecinos nos sorprendió lo que había pasado. Porque ya estamos acostumbrados. De hecho, la terraza del café Il dolce far niente, que da justo al cruce señalado, sería muy apreciada por los protagonistas de “Crash”, la película de David Cronenberg protagonizada por un grupo de personas extrañamente subyugadas por los accidentes de tráfico.
Cuando tengo tiempo, después de correr, me gusta bajarme a leer al sol, tomando una cerveza en la mencionada terraza. Si pasas allí más una hora, tienes muchas posibilidades de presenciar conatos de accidente. Como mínimo, te sobresaltarán un par de pitadas, el chirrido de los neumáticos y algún intercambio de reproches más o menos agrio.
Desde que inauguraron el puente sobre el río Monachil que conecta el Zaidín con el PTS y la autovía, esto es un sindiós. Y no quiero pensar lo que será cuando abran el nuevo hospital y el Nevada.
Hace falta un semáforo que regule el tráfico en este punto negro para la circulación, en el Zaidín. Porque, además, muchos coches están tan pendientes de sacar el morro tras los STOP, comprobando si pueden pasar en una zona de escasa visibilidad, que cuando lo ven más o menos claro, arrancan a toda velocidad sin reparar en los peatones que cruzan por los pasos de cebra.
Que no tenga que pasar algo irreparable, como apuntaba un airado vecino del barrio, para que se tomen medidas que arreglen esta situación.
Jesús Lens