No les voy a negar que, al principio, yo también recelé. ¿Una novela policíaca protagonizada por la reina Isabel II cuyo escenario principal es el castillo de Windsor? ¿En serio?
Cogí el libro así como con suficiencia, enarcando una ceja y pensando para mis adentros: “a ver qué invento es este”. El nombre de la autora, S. J. Bennett no me decía nada. Que lo publicara Salamandra, sin embargo, sí era un buen aval: todavía no he leído un libro malo suyo.
La cita con que se abre la historia ya era un toque de atención. Al menos, así lo sentí yo. “Que la vergüenza caiga sobre aquel que piense mal”, lema de la Orden de la Jarretera.
Abril de 2016. La reina Isabel cabalga a lomos de sus ochenta y nueve años de edad… y de un lustroso poni. Hace una mañana estupenda y la campiña inglesa brilla con una tonalidad singular. Y, sin embargo, hasta a la regia monarca británica se le puede aplicar la máxima popular de: “Hoy hace un día estupendo. Seguro que viene alguien y lo jode”.
Un muerto. Un pianista ruso de veinticinco años se ha ahorcado en su habitación del castillo de Windsor, donde había pasado la noche tras una animada recepción palaciega. Comienza una investigación oficial que apunta a un posible complot internacional: la nacionalidad del fallecido no es baladí.
Las primeras pistas apuntan a la presencia de un topo entre el personal de confianza de la Reina. Cunde el desánimo y la preocupación. Es entonces cuando su Majestad decide tomar cartas en el asunto y emprender una investigación particular, valiéndose para ello de su secretaria personal adjunta, Rozie Oshodi.
‘El nudo Windsor’ se ha descrito como un cruce entre la popular serie ‘The Crown’ y miss Marple. De ambas tiene algo, claro. Y del buen humor, eterno y maravilloso, de P. D. Wodehouse, me atrevería a añadir. Pero puestos a sumar referentes, añádanle una gotas de ‘Oficina de infiltrados’, la adictiva serie francesa sobre espionaje contemporáneo.
Aunque recelen y no se lo crean, ‘El nudo Windsor’ es una novela policiaca muy seria. ¡Y funciona! Vaya que si funciona. Porque la reina Isabel, a la que se le coge un cariño inmenso desde su primera aparición en la narración, es un personaje fascinante, divertido y repleto de aristas. Constreñida por el formalismo y el protocolo, jugando la baza de su discreta existencia, moverá las fichas de una partida de ajedrez excitante y de plena actualidad.
No les digo más. Es la novela del mes en el club de lectura ‘Adictos al crimen’ que Granada Noir organiza en la librería Picasso y estoy como loco porque llegue el próximo lunes para comentarla en buena compañía.
Otra recomendación, en este caso, de un clásico. ‘Asesinato en el París-Marsella’ es una novela-enigma de Sébastian Japrisot cuya nueva traducción acaba de publicar la editorial Tres Puntos.
De vez en cuando es un gustazo leer novelas policíacas en las que no hay internet, ordenadores ni teléfonos móviles. Investigaciones a la vieja usanza en la que los policías tienen que gastar suela y saliva, pateándose las calles… y los garitos.
Con su estructura fragmentaria, la investigación del inspector Grazzi nos lleva a conocer a una serie de personajes cuyas vidas quedarán marcadas por algo tan azaroso como haber compartido noche en el coche-cama de un tren nocturno. Y de paso, descubriremos algo más sobre la sociedad del momento, en plena transformación. Esta novela sirvió al cineasta Costa Gavras como material de partida para su primera película, ‘Los raíles del crimen’, en 1965, y su lectura es de lo más reconfortante.
Jesús Lens