El problema fue mío, lo reconozco.
Ir a un concierto de un tal Mark Knopfler, al que perdí la pista desde el punto y hora en que disolvió a los Dire Straits, era absurdo.
No le había seguido en su carrera en solitario, no conocía nada de sus últimos discos y, lo que es peor, no hice nada por remediarle en los muchos meses que me he pasado con la entrada para el concierto de Atarfe del pasado sábado en el bolsillo.
Es decir, que yo iba al concierto a escuchar a los Dire Straits. Como el 85% del público, por otra parte.
Lo que pasa es que yo soy un venado. O un borrico al que no le gusta mirar atrás, ni con ira, ni con nostalgia. Adelante y al frente. Siempre. Por eso, cuando sonó “The tunnel of love”, con sus Romeo & Juliet, me dio un bajón. Y, aunque disfruté del “Sultans of swing” desde el Thank youuuuuuu!!!!!!!!! con que fue introducido por Knopfler, el resto de las canciones de los Straits me dejaron tristón y apagado.
Demasiados recuerdos de una arcadia feliz en que, con 15 y 17 años, no tenías preocupación alguna. Días de vino y rosas en que escuchar “Money for nothing” era lo mejor de lo mejor.
Vale. Mark digitaliza como nadie. Sus guitarras son una maravilla y algunas de las notas que les arranca son memorables. Pero el Knopfler en clave íntima, como me decía Alberto esta mañana, se perdía entre las 10.000 personas que querían marcha. Y la marcha… pues que, personalmente, me pilló cansado, o melancólico, o de bajón.
Y que no. Que ya no quiero escuchar más a gente que vive en el pasado. O que, aunque intenta vivir en el presente, dio lo mejor de sí hace muchos, muchos años. Es injusto. Lo sé. Pero así lo sentí y así se lo cuento… reiterando que el problema fue mío y exclusivamente mío.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
|