Desde el nombramiento de Pedro Sánchez ha estado más activa, pero llevaba tanto tiempo en silencio que me había olvidado de ella. Hace cuatro o cinco días leí el nombre de Díaz en un titular y me costó unos segundos caer en la cuenta de a quién se refería la información. Les juro que el primer Díaz que se me vino a la mente fue Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador. Será que la tinta de la magistral novela de Pérez Reverte todavía me fluye por la sangre.
Pero no. Díaz era Susana. ¿Se acuerdan de ella? Como les digo, estos días ha vuelto a hacerse corpórea. Ha reclamado la importancia del acelerador de partículas y se ha mofado de la pretensión del presidente de la Junta de sacar a los andaluces a las calles el próximo 28-F, para protestar contra el gobierno central. Pero llevaba tanto tiempo desaparecida, ocupando un segundo plano mediático tan discreto, que me había olvidado de ella.
Debe ser un efecto reflejo a lo que ha ocurrido en el socialismo andaluz que, por arte de birlibirloque, pasó de ser (casi) unánimemente susanista a pedrista convencido. De hecho, hasta la propia Susana ha visto la luz del sanchismo y se ha chutado en vena el ‘Manual de resistencia’.
Es una de las incógnitas que quedan por despejar en la política española. ¿Se cobrará Sánchez su venganza y hará rodar la cabeza de Díaz u optará por dejar las cosas como están, dada la cantidad de frentes que tiene abiertos y por abrir? En este sentido, la figura de la ministra de Hacienda y nueva portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, cobra todo el protagonismo.
Tras su doble debacle en Ferraz y en San Telmo, Susana Díaz parecía amortizada. Pero ahí sigue, replicando los pasos del propio Sánchez, capeando el temporal y aguantando lo que le echen.
Ha llegado su hora. Una vez despejadas las incógnitas en Moncloa y recién nacida al pedrismo más fervoroso, a Susana le toca hacer oposición en Andalucía para emular al Cid y ganar nuevas contiendas… incluso después de muerta. Que no enterrada.
Jesús Lens