A mí también me da vergüenza ajena. Gerardo Cuerva, el presidente de los empresarios, hablaba ayer de espectáculo y perplejidad. Exigió al Partido Popular y Ciudadanos, «a todos los niveles», una «resolución inmediata» de la crisis municipal «que devuelva la estabilidad al Ayuntamiento de Granada». Además, consideró «absolutamente intolerable» la situación que vive el gobierno municipal de la capital. En román paladino: que le produce sonrojo lo que viene ocurriendo en la plaza del Carmen en la última semana.
¿Y si, en realidad, este bochornoso espectáculo no fuera más que una performance en homenaje al maestro Luis García Berlanga, del que este año se cumple su centenario? Sin embargo, el esperpento de los concejales y socios de gobierno haciendo lo posible y lo imposible por no ser fotografiados junto al alcalde, más que berlanguiano, es buñuelesco. Surrealista, o sea. Ver cómo le hacen la cobra debería darnos risa. Pero estamos en Granada, una de las ciudades con más paro de España. Y no estamos para comedias de enredo, precisamente.
Salvador se ha encomendado a Inés Arrimadas para que trate de resolverle la papeleta. Habla de la dirección nacional de Ciudadanos como si tuviera algún empaque, cuando no es más que una ficción, un partido fantasma cuyos diputados y concejales ya no representan a la mayor parte del electorado que les votó en su momento. Si hubiera unas elecciones ahora mismo, ¿cuántos votos sumarían los de Juan Marín en Andalucía? ¿Y los de Salvador en Granada, teniendo en cuenta que están más divididos, fragmentados y enemistados que las escisiones de las izquierdas en las últimas municipales?
O el próximo alcalde de Granada es del PP, y a no mucho tardar, o vamos a unas elecciones anticipadas en Andalucía. No hay otra. La posición de Salvador es insostenible: nadie puede confiar en un gobierno municipal cuyos miembros se niegan a posar juntos aunque sea para la foto. La farsa tiene que acabar. Granada no se merece esto.
Jesús Lens