Diego Valderas reclama un tercio de las consejerías de la Junta, que viene a ser mucho más que quedarse con la mitad del pastel. Los pactos de superviviencia tienen estas cosas, que el grande pone la cara y el chico la mano.
Cuando IU cedió la presidencia del Parlamento ya se sabía que estaría en el gobierno, y no de cualquier manera. Tanto que ahora quieren cambiar los campos de olivares y peonadas de la Consejería de Agricultura por los campos de golf de la Consejería de Turismo, que da menos quebraderos de cabeza y más dinero.
Las pretensiones del tercio de Valderas complica la configuración del equipo a José Antonio Griñán. El PSOE va a manejar no mucho más de siete consejerías, por lo que ni tan siquiera podría contentar a todas las agrupaciones provinciales y mucho menos a aquellas como Jaén, que cuentan con tres miembros en el gobierno. Además, Griñán tiene que encajar en alguna parte a su grupo de confianza, ese que participa en los cónclaves de los lunes.
En esos encuentros no está el granadino Francisco Álvarez de la Chica, aunque el presidente valora su gestión en Educación y también es uno de los pilares en los que se está apoyando el partido a nivel federal para armar el discurso frente a los recortes de Rajoy. Si este área permanece en manos del PSOE no tendría sentido que el consejero fuese otro.
También tengo la sensación de que Griñán podría dar salida en el partido a alguno de los pesos pesados que se queden descolgados. Pero antes tendrá que resolver el destino de Susana Díaz, que no acaba de convencer en la estructura orgánica.
En resumen, el Tercio de Valderas, con Sánchez Gordillo de maquí en la guerra de guerrilas, dará más batalla a Griñán que los tercios de la Casa de Austria.
Por eso yo prefiero los quintos.
De cerveza.
Como dijo el Rey Pirro anticipándose a Griñán, «otro par de victorias como esta y vuelvo a casa sólo»