En estos días de especulaciones sin cabeza, en una de esas charlas off the record que esta vez -en un mal ejercicio periodístico- sí he respetado, alguien me puso un ejemplo para explicar desde lo más simple las situaciones complejas. Cuentan que había un viejo ginecólogo en Granada que ganó fama adivinando el sexo de los niños. Le daba un sobre a la embaraza con un pronóstico y él se guardaba otro con el contrario.
Algo así sucede con las cábalas en los días previos a la formación de un gobierno. Se han echado a circular tantos nombres que, por probabilidad, lo más fácil era acertar alguno. Pero olvidamos que Griñán se sentía con las manos libres.
Como anticipé, habría sorpresas y cambios llamativos. Porque hasta que el anuncio no rompió aguas nadie atisbó que María del Mar Moreno -el delfín acostumbrado a nadar fuera de la piscina- no seguiría en la Consejería de Presidencia. Ni que el granadino Paco Álvarez de la Chica, del que nadie cuestionaba su continuidad, ni siquiera llegó a manejarse entre los nombres del nuevo gobierno porque Griñán le había encomendado previamente el control del partido.
Para abrir esta nueva etapa en el PSOE andaluz era imprescindible cambiar de sitio a Susana Díaz, artífice de algunos logros y de varias meteduras de pata. Griñán ha hecho con Susana lo que hizo Zapatero con Leire Pajín, buscarle una salida digna para alejarla del partido en el momento en el que hay que dirigir su renovación.
Griñán pasa página del ‘pizarrismo’ y le enseña los dientes a Gaspar Zarrías, todavía influeyente en la ejecutiva de Rubalcaba.
Con el gobierno que ha anunciado hoy, Griñán también ha empezado a preparar el PSOE que va a dejar dentro de cuatro años.
Deja una respuesta