Hace un par de fines de semana, Susana Díaz anduvo de gira como precandidata a las primarias socialistas por Palencia, Salamanca y Camponaraya, en tierras leonesas. En su ruta no incluyó a la provincia conquense, por lo que nos perdimos un titular que habría sido maravilloso para este blog: “Susana Díaz visita Cuenca… pero no al alcalde de Granada”.
Algún malvado colaborador me planteó incluso que le diera la vuelta al enunciado para no desaprovechar el inoportuno juego de palabras: “Esta vez, Susana Díaz tampoco visita Cuenca”. Pero eso habría sido cebarse innecesariamente con la relevancia política de una ciudad sobre la que ya ironizó Chikito de la Calzada en uno de sus chistes.
El caso es que Susana Díaz lleva cien días sin pasar por tierras granadinas y no se detiene en la capital desde el 25 de julio. Y aunque es probable que haga más tiempo que no pisa Pernambuco, da la casualidad de que es la presidenta de Andalucía y no de la República del Brasil.
Desde que el 26 de octubre acudiera al nuevo centro de salud de Íllora, ha tenido convocatorias ante los medios de comunicación en la mitad de las jornadas y prácticamente el 50% de sus apariciones han sido en Sevilla capital y su entorno. Sin embargo, en este periodo ha pasado, al menos en dos ocasiones, por las otras siete provincias andaluzas y cuando el próximo miércoles se reúna con el alcalde gaditano, José María González ‘Kichi’, habrá estado también en las siete capitales y habrá cumplido con la visita institucional con sus actuales siete alcaldes. Faltará Paco Cuenca.
Ya es imposible disimular que la presidenta esquiva Granada por la crisis sanitaria; mientras que los ‘mediadores’ de la Junta se empeñan por mantener viva una negociación de la que cada día se descuelga algún interlocutor. Es como el niño que empezó a manejar la bicicleta sin una mano, después sin la ayuda de ambos brazos y, al final, terminó dando pedaladas sin dientes.
La negociación de los dos hospitales está en la UVI y sólo la presidenta puede reanimarla, igual que don Manué sacó al Betis de las penumbras de la segunda división.
Una intervención de Susana Díaz tras la manifestación del 16 de octubre, al menos, habría atemperado los acontecimientos. Lo que debe comprender la presidenta es que, en estos momentos, la comunicación se encuentra tan viciada que su participación es irremediable. Y, en ocasiones, no hay que defender de lo que se está convencido sino lo más convincente.
La siguiente reflexión no es mía al cien por cien; me la hizo un destacado cargo institucional socialista en la provincia. Llegado a este punto, no cabe otra opción que rectificar y, probablemente, entregar a cambio del acuerdo alguna cabeza. Cada día que pase, la solución será más dolorosa.
Susana Díaz debe elegir si arroja la primera pieza a la altura de Loja o sacrifica al primer alto cargo nada más pasar Alcalá de Guadaíra.