Luis Salvador asegura que no existe ningún documento firmado que comprometa al dos más dos en la alcaldía. Y es verdad. Igual que tampoco lo hay -suscrito entre partidos- que le garantice cuatro años.
De lo primero, hablan de un apretón de manos a la remanguillé y un intercambio de palabras en el hotel Meliá minutos antes del pleno de la toma de posesión. De lo segundo, los whatsapps cruzados entre Teodoro García Egea y el entonces secretario de Organización de Ciudadanos y ahora asesor del PP, Fran Hervías. ¿Qué tiene más valor? En política, como en la mili, el valor es tan supuesto que se presupone.
Lo que sí tiene Luis Salvador es el acta de un pleno de constitución que lo convierte en alcalde hasta junio de 2023; salvo moción de censura o renuncia voluntaria. Esta última opción está descartada y, la primera, es improbable.
Pero hay una tercera alternativa hasta ahora no contemplada porque no se daban las condiciones, que es la renuncia forzada.
Es verdad que -previa envolvente y leyenda urbana alimentada- Luis Salvador era el único que reunía suficientes apoyos para ser alcalde. Y también lo es que ningún otro suma ahora mismo los catorce votos necesarios. Sin embargo, hay una variable añadida: que Luis Salvador ha perdido el apoyo mayoritario que tenía en junio de 2019.
Su propio portavoz ha escenificado la ruptura en público y, en el grupo del PP, están los que no lo tragan, los que lo soportan y los que viven bien en estas circunstancias. Y esta situación no la ha creado un periodista, sino los propios concejales.
Hay que contarlo así. Para que nadie engañe con las bobadas del buen gobierno, el interés de los granadinos y la milonga de que la ciudad es lo que importa.
Porque los periodistas sí debemos escribir en público lo que hablamos en privado.