Pedro Sánchez nos presentó hace poco el plan de la España de 2050 pero, en realidad, donde verdaderamente se desenvuelve con habilidad es en el corto plazo. Su especialidad en este tiempo ha sido crear problemas y resolverlos; aunque sea sobre la base de un nuevo contratiempo.
La actualidad es tan efervescente que pocos recuerdan que, hace cuestión de un mes, parecía que el Gobierno se rompería tras la crisis diplomática con Marruecos y la entrada masiva de 10.000 inmigrantes en Ceuta. Muchos, sobre todo los menores, siguen allí.
El equipo de Pedro Sánchez comprendió que junio era el mes oportuno para prender todos los incendios. Hay un verano de por medio para que los fuegos se apaguen solos y llegar al congreso de octubre henchido por esa baraka que le acompaña y que algunos frivolizan por el mero hecho de ser guapo.
En junio controló por absorción el PSOE andaluz, apenas cuatro años después de que Susana Díaz le lanzara una OPA hostil en el comité federal. Y, además, lo ha hecho sin mancharse las manos; utilizando de interpuestos a los sanchistas primigenios, que cada vez son menos sanchistas porque de sanchistas está ya el PSOE lleno.
Y también en junio ha aprobado unos indultos con vaselina, poquito a poco, hasta lograr que el rechazo social sea hoy menor que hace una semana.
Sánchez es un especialista en resolver lo inmediato, en escapar de las encerronas del presente y conjurar la suerte en los momentos imposibles. Por eso sus rivales no consiguen doblegarlo; porque andan pensando en el futuro.