Ligar en el Mercadona y el autogobierno

Lunes 2 de septiembre. El final del verano nos ha dado un día de margen, un domingo primero de mes, con las sombrillas a media asta, la novela a medias y un sol socarrón que no quema. Los reporteros ya no comparecen a la intemperie para demostrar que los rayos de agosto pueden freír por sí mismos un huevo. Ahora se ocuparán de las monsergas de los políticos, cansinas como una siesta con el estómago lleno. 

Y el vecindario se entretiene en el Mercadona, porque otro verano ha estado cortito de amor y sexo -por debajo de las expectativas, en cualquier caso-, y uno se aferra a cualquier sortilegio. Hace décadas -pero menos de las que acumulo con uso de razón- resultaba hasta extraño ver un hombre en un supermercado. Ahora sabemos que detrás de cada varón que empuja un carro hay un moscón a dos velas y tras cada piña boca abajo un violador en potencia; que diría Irene Montero. 

Esto del ligoteo está tan mal resuelto como la financiación autonómica. Unos tanto y otros tan poco.

Es cuestión de solidaridad. Y, al final, uno acaba en el autogobierno. 

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