Las bicicletas son de izquierda

El Gobierno ha puesto en marcha una campaña para favorecer el transporte público. He visto el vídeo y no me han entrado -todavía- unas ganas irreprimibles por subirme al autobús urbano. Ni me he comprado una bicicleta. A la espera de ver cuánto me corresponde de los cuarenta millones que se repartirán. Pero me he contenido para no echarme a bailar. Es lo que tiene el trap y el reggaeton; que a partir de cierta edad se te mete el soniquete en la cabeza y no te contienes porque te recuerda a las melodías del organillo Casio. 

Tampoco tengo muy claro si jóvenes y adolescentes se van a dar por aludidos; como si la representación de la incipiente generación adulta española, en su generalidad, llevara gorra, tuviera un Lamborghini, y vistiera entre el quinqui y el narco. Afortunadamente, todavía no es así. Del todo. 

Por eso no me queda del todo claro si se trata realmente de una campaña para favorecer el uso del transporte publico o, además, es una forma de condicionar el debate público para generar nuevamente un enfrentamiento cultural e ideológico. Lo que eufemísticamente denominan relato. 

También las bicicletas son de izquierda. 

Con lo que cuesta una bicicleta. 

 

 

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