Por qué somos periodistas

Discurso pronunciado en los premios Ideales de 2024

Se hizo de noche. En la redacción siempre parece de noche. Es curioso, los periodistas luchamos por ser los primeros en llegar a los sitios, pero a nuestras casas siempre llegamos los últimos.

Quizás vuelva a sonar un teléfono cerca de la hora del cierre y un reportero veterano diga aquello de: «No lo cojas, no vaya a ser una noticia». Dicen que un domingo llamaron a centralita porque en la Alpujarra vivía el niño Lama. Y era cierto.

Han pasado muchos años, pero otra vez se ha hecho tarde en la redacción. Aseguran que hay una pantera suelta por Ventas de Huelma, aunque más bien parece un gato.

Aquella habitación con almanaques y guías de teléfono, donde había más humo que palabras, se ha vuelto una sala de ordenadores sin alma, pero todavía se guardan botellas en los armarios. Por cierto, tendríamos que comprar un abridor para el vino un día de estos.

Se volvió romo el lápiz rojo de la censura. ¡La de veces que amenazaron con llevarnos a los juzgados! Los años, que pasan por encima destruyéndonos, pero no nos callan.

La taberna donde nos servían un plato de cocido de madrugada. Las cervezas de los viernes en el polígono en tiempos de pandemia. Aquellos días que acertamos por casualidad. Las tardes que nos equivocamos. Las noches que robamos una noticia a cualquiera que había bebido menos que nosotros.

Han pasado los años como periódicos en estampida. Y allí sigue la grabadora del tamaño de una caja de zapatos. Junto a los audios que nos envían por Whatsapp.

El ladillo, el filete, el corondel. Los pies de foto de los trasnoches engatillados.

No te puedo explicar cómo es una redacción si no has vivido dentro de una de ellas.

Pero sí quiero contarte hoy, por qué somos periodistas.

NUESTROS AMIGOS, NUESTROS LECTORES
Siempre he intentado huir de los saludos protocolarios. Porque lo que me gustaría hoy es poder nombrar por su nombre a todas y cada una de las 500 personas que nos acompañan. Porque todos sois amigos de IDEAL; mucho más: sois nuestros lectores. Sin vosotros no tendría sentido lo que hacemos. Porque el periodismo –vuelvo a repetirlo– no es una causa personal. El periodismo es la causa de los otros. El periodismo son vuestros problemas, vuestras quejas y espero que sea vuestra felicidad.

Pero sí me van a permitir que en este mi primer discurso en unos premios IDEALES me detenga a mencionar expresamente al que será por siempre mi director. Eduardo Peralta.

Quiero prescindir de los nombres. Porque el periodismo es un esfuerzo individual con un objetivo colectivo. Como lo es el trabajo de todos nuestros premiados de hoy. También con ellos compartimos nuestra declaración de principios, la que encabeza esta gala. El compromiso –que no se negocia– y el valor de la palabra.

Puede, querido David Jiménez Blanco, presidente de la Bolsa de Madrid, que ni el compromiso ni la palabra coticen al alza en los tiempos que habitamos. En fin, siempre hubo mercaderes sin escrúpulos en todos los mercados. Y las tablillas sumerias ya tenían desinformación; mitos inalcanzables y reyes que exageraban sus victorias.

Como ahora.

Pero lo que pervive, no es el ruido. Porque el ruido en algún momento se apaga. Lo que permanece es la palabra; la palabra escrita. La palabra que dejan escrita los reporteros.

La palabra no es más que un pacto entre nosotros. La moneda de cambio que utilizamos en esta transacción entre el periodista y el lector. Ese es nuestro valor y ese es nuestro precio: la palabra.

Un periodista puede vender su alma por un titular a cinco columnas en portada. Pero la palabra, la palabra no está en venta.

Las palabras son metáforas abiertas a la interpretación de los lectores y los números, amigo Paco Herrera, son signos con un significado concreto.

Pero en esta tierra sucede que, a veces, los números también son metáforas. Ya lo contaba García Lorca: «Aquí en Granada, dos y dos nunca son cuatro. Son dos y dos siempre, sin que logren fundirse jamás».

Y desde el periodismo queremos también vencer ese fatalismo que mencionaba Lorca. El fatalismo de una tierra que parecería condenada al inmovilismo por falta de ambición o porque cada uno va por su cuenta. Porque dos y dos nunca son cuatro. Son dos por una calle y otros dos por la calle de enfrente.

Queremos desde IDEAL dar la vuelta a una Granada que tradicionalmente se ha pensado conformista, contemplativa y contempladora. Que, incluso, daba la sensación de que viviera cómoda instalada en el agravio. Bastaba con buscar otra ciudad con la que compararse y salir perdiendo para, así, justificar nuestra desdicha. Los agravios –que los ha habido y los hay– si no se superan, conducen a los complejos y al inmovilismo.

Lo escribía Lorca en aquel artículo de la revista Gallo: «Granada debe tener movimiento, debe ser como una campanilla en manos del charlatán; es necesario que vibre y se reconstruya, pero ¿cómo?, ¿de qué manera?». Se preguntaba.

El poeta utilizó aquella revista, que solo tuvo dos números, para intentar agitar a una ciudad y sacarla del letargo. Nosotros queremos emplear el periodismo para impulsar y acompañar a Granada, porque está –sin duda– ante un momento histórico.

CONCIENCIA CRÍTICA Y PROVOCADORA
Estas son nuestras palabras y este es nuestro compromiso. Queremos ser un actor de la sociedad. Intervenir y propiciar debates.

No pretendemos ser la voz de ninguna conciencia. Pero sí queremos ser conciencia crítica y provocadora.

Tampoco nos engañemos. Los periodistas no somos los soldados de las causas imposibles. Las verdaderas causas imposibles –si así lo son– no tienen solución. Y el periodismo tiene que tener un sentido y un fin práctico. Tiene que conseguir cosas. No creo en aquellos que tienen como motivación su propio lucimiento por la descalificación de terceras personas. Me da igual que el objeto de las críticas sea un político o un banquero.

El buen periodismo requiere de más sustantivos que de adjetivos.

Como dijo Kapuscinski, el «periodismo no debe ser un simple reflejo de la realidad, sino un medio para transformarla».

Y esta reflexión –con algún retoque–, amigas del Granada Femenino, bien podríamos aplicarla al fútbol. El fútbol no debe ser un mal reflejo de una parte de la realidad, con sus vicios y arrogancias. El fútbol es también –gracias a vosotras– un medio para transformar la sociedad y mejorarla.

Compromiso, valor y palabra. Con estas cartas, a priori, llevaríamos las de perder en esta partida de prisas y automatismos en la que se ha convertido el día a día. De impactos y corto plazo. Un presente de usar y tirar donde pasado mañana ya es historia. Pero el compromiso y la palabra es lo que nos hace diferentes a los periodistas en una sociedad que tiende a igualarnos y a borrar la diferencia.

¿Y por qué somos diferentes los periodistas? Verán:

–Se puede conversar con las máquinas. Pero los periodistas escuchamos.

–La inteligencia artificial podrá tener todas las respuestas a lo conocido; pero nosotros buscamos respuestas a lo que todavía no se conoce.

–Y con inteligencia artificial se pueden fabricar voces y rostros que parezcan humanos. Pero nosotros, los periodistas, ponemos nuestra voz y la cara que nos jugamos también es la nuestra.

En definitiva: a la inteligencia artificial te la crees. Pero en nosotros puedes confiar.

Sabemos que, a veces, no resulta tan rentable ser diferentes. Pero ninguna causa pervive –ni merece la pena– si únicamente se mueve por la rentabilidad, si no tiene algo de poesía y de música.

Y eso lo saben bien los Niños Mutantes, que ahora dicen que se van pero nunca podrá marcharse lo que ya forma parte de nosotros. Siento daros una mala noticia. No sois vosotros los Niños Mutantes. Los Niños Mutantes somos todos nosotros.

Porque también nosotros somos periodistas mutantes, que nos hemos adaptado a un oficio al que tantas veces dieron por muerto.

Los periodistas no somos profetas, pero os digo:

–Desconfiad de quienes anuncien el fin del periodismo, porque os querrán gobernar sueltos de manos.

–No creáis a quienes os pretendan convencer de que la información está abierta y es gratis en sus canales y en las redes sociales.

Porque informar –como todo en esta vida– cuesta dinero.

Cuando la información parece gratis no es periodismo, es propaganda.

El periodismo también tiene que resultar incómodo. O no sería periodismo. Las personas incómodas, las persistentes. También las constantes, las convencidas y convincentes, esas personas son las más necesarias.

Como Marisol Casas, Cuca para los amigos –enemigos no creo que tenga–, que ha luchado toda su vida para ayudar a quienes se sentían desatendidos e incomprendidos. Aunque también algunos días, seguramente, haya sido ella la incomprendida.

Cuca ha sido la última puerta a la que llamar. Y el periodismo, Cuca, también es así. Somos el último recurso del sistema.

Nosotros los periodistas. Los que algunas veces –incluso, cuando no lo merecemos–, lo reconozco, caemos mal. Los que tenemos fama de morbosos porque especulamos con la verdad y la mentira. Aquellos de los que dicen –y dicen sin saber– que somos interesados, entregados y cómplices con el poder. Esos periodistas que callan más que hablan.

Pero cuando todo falla en el sistema. Cuando no cumple la administración, cuando la justicia no se percibe tan justa, cuando se ha perdido la confianza en todo y todo se ha dado por perdido, entonces, como último recurso, ese vecino que tiene un problema, el que alguna vez renegó de nosotros los periodistas, ese vecino levantará un teléfono y llamará a una redacción.

Y nosotros estaremos allí.

En esa redacción en la que siempre se hace de noche.

Podéis contar con nosotros.

Porque tenemos un compromiso.

Porque tenemos palabra.

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