Como ha pasado un tiempo prudencial sin que nadie me pida mi opinión sobre las listas del PSOE, no voy a tener más remedio que expresarla. Los socialistas han sido capaces de escenificar el cambio moviendo las mismas piezas. En otro momento hablaré de los cotilleos internos y de cómo se ha producido todo, hoy me detendré en los que están y en los que se han ido.
La marcha de Cándida Martínez es la retirada de la primera línea de aquellas consejeras que Manuel Chaves envió a hacer los madriles y que han terminado interpretando papeles secundarios. Quizás ese haya sido el motivo de su marcha, que se empeñó en volver a ser otra vez protagonista.
De Pepe Martínez Olmos dicen que encarna los valores que quiere proyectar Rubalcaba, aunque eso también lo dirían de Cándida si continuara. Pepe cuenta con el pedigrí necesario para ser cabeza de lista y también tiene pinta de desconocido, lo suficiente como para pensar que la renovación ha sido más profunda de lo que ha sido.
La incorporación de Elvira Ramón en estas listas o en las siguientes estaba cantada. Teresa Jiménez se apoyó en la delegada de Salud y en Pepe Entrena y no puede exponerse a que la cúpula del partido se quedé descolocada en cuestión de meses.
De esa cúpula sí permanece -por ahora- desubicado Martínez Caler, presidente del PSOE en la provincia, la herencia que dejó a Teresa la anterior ejecutiva sin terminar de creerse que Teresa terminaría dirigiendo el partido por su cuenta y -también- por su riesgo.
Rescatar a Sandra García para el Senado -otra cosa es que salga- es la única manera de evitar que dirigentes con proyección acaben desaparecidos en la sombra de los ministerios o las consejerías. Que se lo pregunten a Jesús Huertas.
Por eso sacó Teresa Jiménez a Higinio Almagro de una dirección general de Sevilla en la que hasta Higinio se había quedado sin palabras (y es difícil). Meterlo en el Congreso y sacarlo cuando había dejado de perderse por los pasillos solo tiene sentido si entra en la lista del Parlamento.
Como gesto simbólico, no hay que pasar desapercibido la incorporación, aunque sea como suplentes en el Senado, de dos alcaldes que sobrevivieron al naufragio del 22-M, Manuel Alarcón y Francisco Domene.
Después está lo de Pérez Tapias, que es un bético que se toma la vida con filosofía (o a la inversa). Y ya se sabe que también se puede ganar manque se pierda.