Este año no hay elecciones -que se sepa- pero los partidos tienen sus congresos internos. Es como cuando no se celebra Mundial ni Eurocopa pero se inventan la Copa Confederaciones. O el ‘brunch’ de los ingleses que ahora han importado en muchos bares patrios y que, en definitiva, viene a ser desayunar tarde.
El caso es que las formaciones andan inmersas en la pugna por su liderazgo y nunca pensamos que nos depararían tanta diversión. Hasta el punto de que para comentar la actualidad en lugar de una analista político pronto tendremos que acudir a Belén Esteban, porque visto lo oído -que diría Haro Tecglen- alguna entrevista nocturna sería más propia de un polideluxe.
Uno acostumbraba a regar la planta de la conspiración en el jardín socialista, porque los del puño y la rosa eran más proclives a exteriorizar sus disputas. Pero reconozco que ahora estoy volcado en las filas populares y su precongreso en redes sociales.
Suceden cosas como que en una fotografía de la conferencia política del pasado fin de semana aparece el alcalde de Lanjarón, Eric Escobedo, representando con los dedos la señal de la victoria a escasos metros de Juan García Montero. Cómo se habrá interpretado que, a las pocas horas, el bueno de Eric subió una foto en compañía de Sebastián Pérez aclarando que tiene todo su apoyo.
Nadie puede celebrar el triunfo por anticipado porque hay golpes de efectos que pueden volcar voluntades. Y algunos han empezado a sacar ya la artillería pesada.
Juan García Montero ha organizado para amigos y simpatizantes una excursión esta semana a Sevilla que, por un módico precio, incluye el autobús, visita a la fábrica de Cruz Campo, comida, tour cofrade por la capital hispalense y, según me cuentan, misa en el Gran Poder.
Si la escapada hubiese contemplado visita al campo del Betis habría tenido que abandonar mi neutralidad.