El director del Patronato de la Alhambra anunció a las 10.30 del miércoles que comparecería a las 11.15 para informar sobre la reforma de los estatutos del monumento; justo el día en el que acababa el plazo para que los interesados plantearan propuestas. Es lo que Reynaldo Fernández denomina transparencia.
Reynaldo es experto en gestión de monumentos; sobre todo, de polémicas monumentales donde no las había.
Andamos ahora enfrascados en el debate de si la Alhambra es una ‘agencia administrativa’ o una agencia de ‘régimen especial’; aunque hasta hace un par de días no teníamos ni pajolera idea de lo que suponía ni una cosa ni la otra. 48 horas después, tampoco.
Cómo la Junta se ha generado una crisis por intentar hacer las cosas bien, ni siquiera el gobierno andaluz sería capaz de explicarlo en estos momentos. Igual que cuando se puso en marcha un nuevo sistema para evitar las colas y las reventas y no hizo sino alimentar la picaresca a escasos metros de las ventanillas.
Lo que fastidia no es que se defienda la idoneidad de anunciar la renovación de los estatutos del principal monumento de España por un tuit. Sino que te pretendan tomar por un tonto sin pajarita.
Miente quien dice que la renovación de las estatutos es algo casi intrascendente, un simple trámite del que todos tuvieron conocimiento en el pleno de julio de 2017.
La auditoría externa entregada en abril de 2017 ya apuntaba que había que adaptar las normas de 1986 y el exconsejero Luciano Alonso dejó el expediente preparado. Tengo los papeles.
¿Por qué ahora? ¿Por qué a través de un tuit? Y, sobre todo, ¿porque nadie quiere hablar ni desde el Ayuntamiento de la capital ni desde el Ministerio de Cultura?
Menos mal que Reynaldo Fernández nos ha despejado todas las dudas. La Alhambra seguirá siendo una agencia administrativa y no necesita tener un régimen especial porque la Alhambra, por sí misma, ya es “especial”.
Como la cerveza.