Mi tío tuvo uno de los primeros ordenadores que se recuerdan en el pueblo, al que todavía era posible pillarle en algún renuncio y ganarle con el mate del pastor. Con los años incorporó una impresora, cuando aún era una maravilla de la ciencia un papel de calco. Con mi primo creé una organización criminal: él dictaba los artículos de historia de la enciclopedia y yo los tecleaba. Mi tío colaboraba después añadiendo las tildes, que entonces nos parecían un alarde prescindible. De esta forma conseguimos engañar a cuantos profesores nos topamos en EGB entregando ambos el mismo trabajo, por el que obteníamos habitualmente notas diferentes.
Con estas argucias para producir textos tan poco originales me terminé convirtiendo en periodista, que son esos sujetos tan reacios a citar las informaciones que copian a otros compañeros pero que ahora se han convertido en la inquisición de los plagiadores. También tengo una tesis que probablemente daría positivo en el turnitín nada más pasarle el nombre.
A menudo exigimos a los políticos comportamientos que nosotros no tenemos. Para eso son políticos. Me decía el ministro José Luis Ábalos que estamos escudriñando tanto que no se salvará nadie. Sucede que cuestiones que hace años no pasaban de una chanza ahora te inhabilitan sobre la marcha.
Y esto ocurre porque la incertidumbre sobre los gobiernos y la posibilidad de un adelanto electoral hace que vivamos en una permanente campaña. En Granada lo vamos a comprobar en las próximas 48 horas. El viernes está prevista la visita de la presidenta andaluza, Susana Díaz, a Huéscar y es posible que permanezca el sábado por tierras granadinas. Y el PP presentará el fin de semana a sus candidatos a las municipales en Alhendín, probablemente, con la presencia del número dos nacional, Teodoro García.
Lo que está pasando parece de otro planeta. O que se lo pregunten a Pedro Duque.
Yo también soy un plagiador de la pradera.