El alcalde de Granada ha tenido que suspender el pleno porque, al llegar al punto 13, quedaban más fotógrafos que concejales. No es que Luis Salvador se sintiera necesariamente incómodo, sino que el reglamento establece que para que continúe la sesión se requiere de, al menos, nueve ediles. No hay quórum sin embargo para mantenerse en la alcaldía.
Tienen razón los que marcharon; de poco sirve elevar mociones o hacer preguntas a un gobierno bicéfalo al que el propio alcalde ha puesto fecha de caducidad: diez días. Y también les asisten los argumentos a los que se quedaron, porque el paripé original fue dar continuidad y participar en la elaboración de un orden del día que desde hace tres semanas no tenía ningún sentido.
Tras acabar el pleno, empiezan las especulaciones. El PSOE ha ofrecido al PP reunirse la misma tarde del viernes; un encuentro que -en principio- no está contemplado. No me consta que existan negociaciones formales, pero sí que las dos formaciones empiezan a contemplar la moción de censura como una forma extraordinaria para resolver una situación excepcional.
Se equivocan también quienes piensen que Luis Salvador no intentará alguna cabriola insospechada para mantenerse en el gobierno, aunque no sea como alcalde. Al final, está demostrando un temple espartano para caminar sobre las ascuas y salir bien en las fotos.
Al terminar la sesión, el socialista José María Corpas se ha acercado a Salvador para explicarle el desplante de su grupo. Quizás en tiempos de mudanza no convenga generar enemigos. Sin percatarse -supongo-, Luis el micrófono abierto y le recriminó con elegancia: “Sabes que está tarde he quedado a las seis con… ¿A qué viene esto? A quien favorecéis es al PP”.
Esta frase robada deja tantos escenarios abiertos que ningún pacto futuro resultará extraño. Desde luego, no más que el del 13 de junio de 2019.