El PSOE ha hecho de su estrategia electoral una apología de la derrota, donde perder es una buena opción y, a menudo, la única posible. La aspiración no es ya ganar las elecciones; ni siquiera liderar la oposición. Un resultado positivo es quedar relegado a tercera fuerza política siempre que salgan las cuentas con otra formación para evitar un gobierno del PP.
Con este planteamiento concurrió el socialismo a las elecciones gallegas y lo que ha logrado es insuflar poder a una propuesta fresca pero de corte soberanista -la del BNG- que podría partir también -en un futuro no muy lejano- la comunidad en dos bloques antagónicos.
Parecido panorama al que proyecta en el País Vasco, donde el PSOE especula con lanzar una moneda al aire y que salga Bildu o el PNV. Y la única excepción entre los vaticinios reside en que el PSC gane las elecciones en Cataluña y se moderen las ansias independentistas y reconducir la legislatura. Esa es la orilla que ansía Pedro Sánchez, pero en la travesía se han ahogado muchas expectativas y gran parte del histórico poder territorial del partido.
El resultado en Galicia no cambiará nada en los planteamientos del PSOE porque Pedro Sánchez se mueve en el corto plazo, donde se maneja con habilidad y hasta notable éxito [personal]. No existe pasado mañana.
Y en esta apología de la derrota, hasta el PSOE andaluz pierde la caseta en la feria de Sevilla; que para el socialismo era como Covadonga y don Pelayo para Santiago Abascal; la metáfora de una reconquista.