Esta campaña nos ha pillado con más gana de mosto y de brasero que de política. Las victorias por anticipado saben igualmente a victoria pero las derrotas anunciadas se hacen más largas que el resto de las derrotas.
Así que solo podemos entretenernos con las puntapiés a la barriga que se pegan unos a otros por no perder la costumbre.
La política (y el periodismo) es la foto de Sebastián Pérez colocándole la medalla a Martínez Caler. Aparentar que las cosas suceden en la realidad para camuflar que, en realidad, todo lo que ocurre es mentira.
Sebastián montó ese acto, mitad homenaje mitad impostura, el día que arrancaba la campaña, porque la imagen con su antecesor hundiendo el morrillo era su mejor pega de carteles. Sebastián buscaba esa foto, como el pintor de batallas de Pérez Reverte que se afanaba por dibujar la imagen definitiva.
Con esa foto Sebastián mandaba a Caler al pasado, aunque -paradójicamente- sea él quien más se empeñe por mantener a Caler en el presente.
Mientras esto sucedía, el PSOE descubría que el presidente de Diputación sigue tirando de policías locales para su escolta.
No voy a cuestionar la conveniencia de mantener las medidas de seguridad. Sebastián ha perdido una semana para cortar en seco una acusación tan sensible.
Pero si Sebastián Pérez realmente está convencido de lo que hace, lo que tendría que hacer sería asumir la decisión en primera persona. Sin excusas y sin desviar el debate a otras administraciones.
Si no quiere que pensemos que confundió la escolta con una troupe.
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