Hay veces -muy pocas en mi caso- en las que uno maneja una información antes incluso que el protagonista. El problema entonces es que no puedes confirmarla de primera mano. Me sucedió hace exactamente diez años con María José Sánchez, en la primera crónica política que firmé cuando llegué a Granada. El PSOE provincial preparaba una renovación en sus listas para concurrir a las andaluzas y a las generales. Quizás por insolencia se lo pregunté directamente a quien tenía que darle el visto bueno a las candidaturas, una mañana en el despacho de la calle Águila. Y me lo contó.
Lo publiqué un domingo y, el lunes, María José -a la que ni siquiera conocía- me acorraló en un pasillo del grupo municipal para conminarme a rectificar. Fue la primera pelea que tuve con un político granadino, cuando todavía me peleaba con los políticos.
María José Sánchez había ido en la lista de José Moratalla en las municipales de 2003, aquella candidatura de la que se dijo que estaba hecha para gobernar y como perdió por poco tienen que salirse a la Plaza del Carmen para pedir voluntarios. No sé si María José quería subirse al Congreso o le sugirieron que era la mejor opción, pero sí pienso que, de haberse quedado, habría sido la mejor candidata en 2007 en la capital. Aunque fuera para perder.
Hace dos semanas me ocurrió lo mismo. Llamé a María José porque me habían contado que Teresa Jiménez propondría su nombre para entrar en el gobierno andaluz. Me dijo que ella no había escuchado nada y que si se enteraba me lo diría. Lo publiqué y esta vez no se molestó -que yo sepa-.
Me debe la primicia pero no se lo tendré en cuenta.
Otro día hablaré del gobierno, del peso de Granada, de la influencia política del PSOE granadino en Sevilla y de que los consejeros malagueños controlarán la mitad del presupuesto. Hoy toca desearle suerte a María José. Y esperar que el día que regrese de Sevilla sus amigos y sus enemigos digan de ella lo mismo que cuando se fue. Que pudo hacerlo mejor o peor, pero que es una buena persona.