Un grupo de profesores ha dejado a Susana Díaz en la delegación de Granada esta calabaza, que depende del estómago del beneficiado puede interpretarse como un cohecho.
Si alguna vez alguien quiere criticarme de manera simbólica que lo haga preferentemente con vino; pues aunque distingo con relativa habilidad un rioja de un ribera no tengo claro si la calabaza es una hortaliza, una fruta o una verdura.
Ignoro si la presidenta andaluza reclamará el obsequio o si también dejará pasar este tren como el expreso de la secretaría general en el que viajó Pedro Sánchez.
Sucede que Susana Díaz suele despedir los vagones que se marchan montada en la locomotora. De esta forma se garantiza poder alterar en cualquier momento el rumbo del trayecto.
Pero quizás olvidó la jefa de los socialista andaluces que el mismo tren también se puede arrastrar en sentido contrario tirando del furgón de cola.
Porque el verdadero problema del PSOE no es que Susana Díaz quiera ser Pedro Sánchez, sino que Pedro quiere ser Susana.
La trianera ha sido la única capaz de montar su propio discurso; incluso, sin decir cosas muy diferentes al resto. La simpleza de esta estrategia es lo que tiene de los nervios a sus rivales.
La diferencia radica en que Susana Díaz mató al padre, que es la metáfora más difícil e inusual en política. Por el contrario, en nada se diferencia el mensaje de Juanma Moreno del de Javier Arenas y en muy poco el de Pedro Sánchez del de Rubalcaba. Es verdad que el socialista lo intenta, pero en la desesperación a menudo cae en el estrambote.
Por eso Susana Díaz alimenta la especulación sobre su futuro aunque no lo pretenda.
Porque sabe que si deja de ser la Cenicienta del baile se convertirá en calabaza.