El 4 de junio de 1940, el alcalde de Granada, Antonio Gallego Burín, con impecable traje, rodeado de concejales y con el indispensable sacerdote, en este caso les acompañaba Gregorio Espín, iniciaba la demolición de la antigua Casa de Socorro en el Campillo, la primera en ser derribada para el saneamiento de la Manigua, el barrio rojo de la capital granadina, zona de juergas, tabernas, de gentes de vida alegre y desvergonzada, «de vicio y degeneración». Un lupanar que, como decía una nota de la alcaldía, había hecho que la ciudad «se deshiciera material y espiritualmente». Contaba Juan Bustos («El nacimiento de la calle Ganivet» IDEAL, 18 de septiembre de 2004) «
A la Manigua iban generalmente los hombres, casados o solteros, gente de clase media o baja, que buscaban el apaño fácil y barato con las mujeres que esperaban en burdeles, casas de citas y tabernas. Era el viejo comercio que, siglos atrás, había hecho nacer la Mancebía de Granada -antecesora de la Manigua- a extramuros y cerca de los arenales del Darro-, por Puerta Real.»
Pronto, el laberinto de calles que formaban la Manigua quedaría reducido a escombros.
Con esta obra, Burín, empeñado en reformar la ciudad, celebraba el segundo aniversario de su toma de posesión. Y no fue lo único en lo que empleó la jornada: esa mañana de martes inauguró el dispensario municipal, en el barrio de Fígares, la calle Pagés en el Albaicín, varias casas para familias humildes en San Bartolomé y el orfanato del Pilar de la Asociación Granadina de la Caridad.
El propio Francisco Franco fue el encargado de inaugurar la reforma un 10 de mayo de 1943, en su segunda visita a la ciudad. Dejó el automóvil en la plaza de la Mariana, cortó la cinta con los colores nacionales y paseó a pie junto a su mujer y su séquito por lo que es actualmente la calle Ángel Ganivet, hasta Puerta Real.