[*] artículo de Juan Bustos para la sección Andar y Ver de IDEAL publicado el 6 de julio de 1998
POCOS edificios públicos de la ciudad, entre los construidos en el presente siglo, tan valiosos e interesantes como este de la Facultad de Medicina, cuya noble fachada merece, por cierto, una mejor compañía que la que le prestan las aberrantes y vulgares construcciones de descomunal altura que la rodean y la aplastan desde tiempos recientes. Esta Facultad, que fue la primera de nuestra Universidad en abandonar el centro urbano granadino, para trasladarse a lo que por entonces -décadas de los años 1920 a 1940- se consideraba como una cierta lejanía, el Altillo de las Eras, bordeando el barrio de San Lázaro, ocupa, con su anejo Hospital Clínico, una considerable extensión de terreno, delimitado por las calles Avenida de Madrid, Carretera de Jaén, Avenida del Doctor Olóriz y calle del Doctor Guirao Gea.
El edificio es obra de un inspirado proyecto de los arquitectos Sebastián Vilata y Valls y Vicente Botella Miralles -ganadores del concurso que a tal efecto se había convocado en 1927-, concebido como «una construcción de planta trapezoidal y entrada en un ángulo formando un pórtico columnado curvo con un ático superpuesto», tal como lo define Carlos Jerez Mir en su Guía de Arquitectura de Granada. La fachada en cuestión produce una impresión monumental y se nos muestra ricamente decorada, aunque sin excesos y con sus elementos dispuestos con gusto moderno. Ana Fernández, en el libro Universidad y Granada, resalta la ejecución en granito de Pozoblanco, «conformándose una gran escalinata sobre la que se sitúan cuatro pedestales, base de las seis columnas de orden dórico, que sostienen un entablamento corrido con un segundo cuerpo a modo de ático». El interior es un modelo de funcionalidad, tanto en la distribución de las diferentes dependencias, como en los enlaces de las zonas de enseñanza y servicios. Resalta la escalera de tipo imperial, con pasamanos metálicos y sus dos bifurcaciones en el primer rellano; y la solemnidad de su Aula Magna, que tan importante fue siempre para la vida cultural de Granada y sus múltiples actividades literarias y musicales.
Larga gestación
La historia de esta edificio universitario acusa en cierta forma la incidencia negativa de los múltiples azares de la vida política española de este siglo, marcada por la ineptitud de gobiernos inestables, los raquíticos presupuestos, las abundantes torpezas de gestión y, por si fuera poco, la pavorosa catástrofe de la guerra de 1936. Cuando el 9 de junio de 1944, el ministro entonces de Educación Nacional, Ibáñez Martín, inauguraba la nueva Facultad -el Hospital Clínico se retrasaría hasta 1953-, quedaban atrás nada menos que veinte años largos de incansable e ilusionada actividad de los mejores hombres de la Universidad granadina en su rama de Medicina -Fermín Garrido Quintana, Federico Olóriz Ortega, José Pareja Yébenes, Alejandro Otero Fernández, Emilio Muñoz Fernández, Miguel Guirao Gea, entre muchos más-, esforzados todos en conseguir una nueva Facultad «que se quería llegar a convertir en el mejor centro sanitario de Andalucía Oriental» -dice Cristina Viñes-, sustituyendo a la antigua de la calle Rector López Argüeta que, inaugurada en 1887 y aún funcionando con un tercer piso adosado, se había quedado insuficiente para acoger los 500 alumnos que entonces se matriculaban. La guerra había sorprendido el proyecto de los arquitectos Vilata y Botella, con las obras prácticamente terminadas, pero las necesidades del conflicto convirtieron la Facultad y el Hospital, sucesivamente, en cuartel de tropas diversas, hospital de sangre, pabellones de refugiados, alojamiento de soldados moros -que asaban cordero en los radiadores, como refiere Miguel Guirao Gea en su libro sobre La Medicina en Granada- y otros muchos usos que destrozaron lamentablemente buena parte de lo ya concluido. A partir de 1942 empezaron los trabajos de limpieza y reconstrucción, empleándose, entre otros materiales, seis mil metros cuadrados de mármol y otros tantos de azulejos. El importe de las obras fue de 35 millones de pesetas de los del año 1944.
Fuera de la ciudad
La flamante Facultad estaba, como quien dice, fuera de la ciudad. Por allí no había mucho edificado, a excepción del barrio de San Lázaro, o barrio de los cebolleros o de los ajos, por ocuparlo un buen número de huertanos que enristraban ajos y cebollas para su venta callejera. No era fácil esta labor. Si el tallo del ajo se deja secar es difícil manipularlo: o se rompe o se quiebra. La buena gente de San Lázaro le echaba el agua justa para hacerlo manejable, con lo que lograban ristras de ajos perfectas. También vivían por allí, y por la cercana calle Real de Cartuja, numerosos cabreros, que llevaban sus piaras por las calles para vender su leche. Unos italianos, la familia Orlando Mattei, tenía también una pequeña fábrica de figuritas de yeso, marmolina y escayola. Un garaje, el Triunfo, estaba al lado de las Bodegas Espinosa, con su local dividido en dos partes: una para hombres solos y otra para hombres acompañados de mujeres. La fábrica de tejidos de Ramón Espelt Salas estaba en la acera de enfrente de la nueva Facultad. Un almacén para maquinaria de Obras Públicas, un taller de carros y poco más. Sin olvidar los almacenes de Torres López, con la fábrica de la Cruz Blanca, donde había una explanada en la que los muchachos jugaban al fútbol. Hubo hasta un equipo juvenil, el Betis Cruz Blanca, del que salieron, por entonces, gente de valía como los Almagro, Vicente, Ríos, Toto etc…
Ahora, que empieza a perfilarse -sin demasiadas prisas, como sabemos- un futuro campus universitario, nos preguntamos qué será de este edificio de la actual Facultad de Medicina, que produce tan acusada impresión de grandeza. Y, por otra parte, qué quedará de esa sensación, cuando quede aplastado aún más por los futuros mastodontes de hormigón, hierro y cemento, que el afán especulativo, con el consabido pretexto de la modernidad, se dispone a construir en el antiguo San Lázaro.
2 comentarios en La Facultad de Medicina
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En el Mundo no se ha dado el caso de abandonar una Facultad con 70 años y ademas con posiblidades de ampliarla y con los Hospitales al lado. Asi se gasta el dinero publico…..
Desde el siglo XIX Granada, por su facultad y sus profesionales, ha sido la referencia en medicina en Andalucía y en el sur de nuestro osáis. Con la irracional, torpe y descabellada idea de la fusión hospitalaria que se está imponiendo, en contra de los profesionales, tres centros, incompletos, amputados y disfuncionales, separados por siete kilómetros los enfermos de los especialistas que puedan precisar, que van a sustituir a dos excelentes centros completos, Granada perderá ese liderato que, por fin, recaerá en Sevilla, algo que seguro que alegrará a nuestra Junta, parcial y claramente posicionado.
En Málaga, servicios como el de cirugía General han optado por parar la fusión y recurrirla, por considerarla lesivo oara los pacientes