«Granada crece por días», cuenta una información de IDEAL publicada el 17 de septiembre de 1947. Sus edificios se han quedado muy pequeños y estrechos y hacen falta unas 6.000 viviendas en la capital. Leído con la distancia de los años, parece que se trata del principio de la construcción desmedida, del fin de algunos edificios que eran patrimonio de la ciudad y de las aberraciones urbanísticas que han dado lugar a algunas barriadas que todos tenemos en mente. Había algo bueno: el redactor destaca que el paro en la albañilería era nulo. En la Acera del Casino se estaba construyendo el teatro Isabel la Católica y, junto a él, faltaban por terminar dos edificios de nueve plantas. A la entrada del Camino de la Sierra, se edificaba un bloque de viviendas de «tipo económico» con cabida para 100 familias. Los dos últimos solares que quedaban libres de la calle Ganivet se habían vendido y se preveía que en un plazo no superior a dos años, a falta de la Casa de Correos, sus vecinos estuvieran instalados y los negocios funcionando. Hasta IDEAL estaba construyendo su casa en la calle San Juan de Dios.
La tarea de ensanchar las calles era prioritaria y, sigue contando el redactor, «es mucha la necesidad de viviendas. Quienes a ello se dediquen hacen una obra social al tiempo que procuran una buena inversión para su dinero». Es cierto que el estado adelantaba hasta el 60 por 100 del valor de la obra en las llamadas viviendas de «clase media» y eximía del pago de impuestos, pero había otros problemas que afectaban a la construcción, como la escasez de hierro y cemento. Por doquier, desde el centro a las afueras, se veían, entre «modernas» obras de hormigón armado, trabajar a los albañiles «artífices encargados de vestir de ciudad lo que hasta hace poco fueron huertas y campos». A finales de los cuarenta todos lo celebraban, pronto, cuando la ciudad casi no se reconocía, los mismos cambiarían de opinión.