Categoría: Local

La gran Avenida del Azúcar

Parece que siempre ha estado ahí, pero la calle más emblemática de la capital apenas cuenta con 120 años de vida. Su historia comenzó el 25 de agosto de 1895, cuando Moreno Mazón, arzobispo de Granada, dio los simbólicos golpes con una piqueta de plata en una casilla de la entonces Placeta del Pozo de Santiago (situada más o menos donde hoy está la calle Marqués de Falces) con los que comenzó la obra para su construcción.

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Pero esta aventura comenzó un poco antes. En 1852, un joven farmacéutico onubense llamado Juan López Rubio, adivinando que el azúcar escasearía con la pérdida de las colonias de ultramar, invirtió en el cultivo de la remolacha y montó la primera fábrica de azúcar de la provincia, el Ingenio de San Juan. Le seguirían hasta diez industrias más que enriquecieron a la flamante burguesía granadina. En 1890, en calidad de presidente de la Cámara de Comercio, pidió al ayuntamiento «la apertura de una calle de setecientos metros de longitud, por veinte de latitud, que partiendo de la de Méndez Núñez frente a la de Sierpe y cortando el Zacatín, Mesa Redonda y calle Cárcel, siga al lado del Mercado de San Agustín, cruce la de Lecheros y pasando entre Santiago y Santa Paula, corte el laberinto de manzanas que sigue hasta la Tinajilla, formando una sola alineación recta desde el arranque hasta el Triunfo, sin interesar ningún edificio de importancia, público ni particular».

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Sería como los grandes bulevares de París, la gran Avenida del Azúcar. Se pensó que estaría terminada en 1892, IV Centenario del descubrimiento de América, de ahí lo de Gran Vía de Colón, pero la obra tardaría más de 35 años en acabarse.
El primer edificio que comenzó a construirse fue la iglesia del Sagrado Corazón de los Jesuitas (en 1897). Tres años después, el promotor de la calle, Juan López Rubio, levantaría el primer bloque de viviendas de la calle, en el número 26, que hoy no existe. En 1921 se construyó el Coliseo Olimpia, en 1925 la casa de la Perra Gorda y en el 32 comenzaron las obras del Banco de España.

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A nadie parecía importarle entonces las 244 casas de los barrios de Mezquita y Santiago, que habían dado forma a la ciudad medieval, y que se derribaron para edificar la ciudad moderna. Sucumbieron para siempre el Palacio de Cetti Meriem, la casa de Diego de Siloé (frente al edificio del Banco de España), el Palacio de la Inquisición, el Convento del Ángel Custodio, el Colegio Catedralicio, la Casa de los Seises, el Colegio de San Fernando… Por cierto, se ignoró la propuesta de la Real Academia de San Fernando de dejar una plaza en la parte trasera de la Catedral para que se pudiera contemplar desde la flamente vía. Para pasear por la calle más emblemática de la ciudad, se pagó un precio muy alto.

De los baños de Don Siméon a la piscina Neptuno

En los años treinta, no era extraño ver a los a un grupo de chicos remojándose en alguna fuente de la capital granadina, cuando no en el mismo cauce del río Genil.

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La falta de ‘baños públicos’, como se llamaban entonces, se hacía notar cuando el calor apretaba y «sentimos las angustias de la asfixia en estas coquetonas grilleras con nombres de pisos», se queja un redactor de IDEAL en un artículo publicado el 17 de julio de 1936. En la información, se detallan los intentos que se había realizado hasta la fecha para la construcción de piscinas públicas.

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Encuentros en el Llano de la Perdiz

En 1987, el programa de Radio Popular ‘Alerta OVNI’ hizo un llamamiento a todos los aficionados a la ufología. La noche del 7 de julio de aquel año parecía ser una noche mágica y había una probabilidad alta de que los extraterrestres de manifestaran. Unas mil personas, según cuenta IDEAL en su edición del 17 de julio de 1987, se dirigieron al Llano de la Perdiz para presenciar este fenómeno. El programa, en el que colaboraron J.J. Benítez o Amelia Afán de Ribera, entre otros, contaba también con ‘corresponsales’ en lugares como el pico del Veleta, La Herradura, Santa Fe o Jaén, atentos a cualquier fenómeno extraño que apareciera en el cielo. Y parece que ocurrió. Continúa la información de IDAL que al programa llamaron testigos que veían objetos en el cielo, que se movían en dirección norte-sur y hacían bajadas verticales a una velocidad inusual. Todos coincidían en su testimonio.

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Paul y Annie, desde París al Veleta en bicicleta

Era (y aún lo es) una bonita tradición la de subir al Veleta el primer domingo de agosto para celebrar la romería de la Virgen de las Nieves. En el año 1984, un grupo de ciclistas se unió a la peregrinación y un año después lo harían varios corredores de fondo. De esta manera comenzó a celebrarse una de las carreras más duras de este país. La Subida al Pico del Veleta está reservada para los deportistas más preparados, pero, en 1985, año en el que se celebraba la segunda edición de la prueba cicloturista, solamente tres o cuatro de los participantes consiguió coronar los 3.390 metros antes que un matrimonio francés de mediana edad que se apuntó a la carrera de manera espontánea.
Paul y Annie Excoffier, de cincuenta y cuarenta y nueve años y residentes en Grenoble, eran buenos aficionados al deporte de la bicicleta. Llegaron a Granada desde París, ciudad donde comenzó su viaje el 20 de julio, y querían llegar hasta Gibraltar pedaleando. Más de dos mil kilómetros con etapas en ciudades como Orleans, Angulema, Burdeos, Toulouse, Andorra, Lérida, Zaragoza, Madrid, Toledo, Ciudad Real, Jaén, Granada, Málaga y Gibraltar. Cargaron unos cincuenta kilos de equipaje sobre sus vehículos y comenzaron la aventura. En el manillar lucían un cartel con sus intenciones: ‘Ruta de las ciudades del sur. De París a Gibraltar. 2.600 kilómetros’. Cada día recorrían unos 150 y pedían, en cada puesto de la Guardia Civil que encontraban, que sellasen sus libros de viaje como una especie de pasaporte jacobeo. Llevaban una tienda ligera y algo de alimento que les permitía dormir en cualquier sitio y seguir camino. Cuando llegaron a Granada llevaban dieciséis días pedaleando. Aún así, decidieron subir a Sierra Nevada con el grupo de ciclistas convocados por el Biciclub Requena y casi llegan los primeros.

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No fueron los únicos espontáneos. Un perro vagabundo que andaba buscando comida en las afueras de la capital se unió a los cuatro fondistas que hicieron, por primera vez, el ascenso corriendo. No se apartó de los atletas hasta la misma cumbre.
Aquel día, mientras los termómetros en la capital rebasaban los 41 grados, los privilegiados que acompañaron a la Virgen Blanca en su romería disfrutaron de los neveros del Veleta. Entre ciclistas, atletas, turistas y montañeros cuenta la crónica que publicó IDEAL que subieron a la Sierra unas tres mil personas. Tras la misa, la gente bajó a buscar la sombra de los pinos cerca de la Fuente de Don Manuel, los Peñones de San Francisco o en los pocos restaurantes que había abiertos entonces en Pradollano y la carretera.

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Adiós al sereno

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Hacía tiempo que Manuel Sola, alcalde de Granada, estaba empeñado en reorganizar la policía municipal, con más efectivos y material más moderno, para estar en consonancia con las nuevas necesidades que demandaba la ciudad. Pero había un problema: que el presupuesto era muy ajustado y apenas si llegaba para aumentar el número de agentes a los 300 que se consideraban necesarios para la inspección de las ordenanzas. Así que la vigilancia nocturna, es decir, los serenos, eran responsabilidad del vecindario.

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Madrugar en la playa para ver sacar ‘el copo’

A primera hora del día, cuando el frescor de la mañana ensancha los pulmones, un grupo de curiosos rodea a los pescadores en cualquier playa del litoral. Los marengos se afanan en la sacada del ‘copo’, y arrastran hasta la orilla las redes con la captura del pescado más pequeño que ronda la orilla al amanecer. Es temprano y todavía no hay sombrillas en la arena, pero ‘el copo’ es casi una atracción turística. Varios pescadores se dirigen mar adentro en una pequeña barca de remos. copo

 

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Para el calor, melón y agua de la Fuente de la Bicha

Vendedores de melones y aguadores volvían a las calles de la ciudad cuando llegaba el calor. Personajes de la Granada de ayer, tipos que permanecen en el recuerdo de los más mayores

Este artículo publicado en la sección Puerta Real de IDEAL en julio de 1965 recuerda uno de los populares puestos de melones de la plaza de los Lobos, pero también los había en San Isidro, la Mariana, el Campillo, la Trinidad el Albaicín o el Realejo. Eran unos puestos miserables y harapientos, cuyos vendedores dormían sobre sacos.

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Recuerdo que Juan Bustos escribió en alguna ocasión que había quien compraba un melón en alguno de estos puestos callejeros y le inyectaba un poco de aguardiente dulce. Se dejaba enfriar y se lo comían en un banco del Salón, de la Mariana, la Trinidad o el Camino de Ronda. Saborear sin prisas aquellas ‘tajás’ dulcísimas que sabían a gloria era un auténtico placer.

En la calle Mesones, un puestecito ofrecía agua fresca de la Fuente de la Bicha. Mariana Lemús llevaba desde 1951 vendiendo el codiciado líquido tan preciado por los granadinos. Junto a las damajuanas, una coplilla animaba las ventas
«¿Quiere tener buena salud
y ser un roble en la tierra?;
beba agua de la Bicha
y el corazón de una piedra»

 

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La noche de San Juan

Era una noche de leyendas, misterios y ritos: el trébol, el huevo estrellado, el baño al filo de la media noche y las hogueras. En Granada el fulgor provenía de la Sierra o de las caserías de la Vega, donde los pastores y cortijeros celebraban con fuego la noche mágica. También se encendían hogueras en la Alhambra, majestuosas luminarias que alumbraban el cielo de la ciudad y, en el mismo momento en el que repicaban doce campanadas en la Torre de la Vela, los granadinos refrescaban su rostro con las aguas purificadas del Darro o del Genil.

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El sortilegio para convertir el agua en milagrosa obligaba a incluir en la pócima tréboles de cuatro hojas recogidos en las márgenes del río y recitar el conjuro:
«La mañana de San Juan
cuaja la almendra y la nuez.
Así cuajan los amores
cuando dos se quieren bien».
El paseo del Salón, decorado con adornos venecianos, era uno de los lugares preferidos para la celebrar la fiesta y para cumplir con el rito había que lavarse en las fuentes de la Bomba y la Ninfa. Al llegar a casa, una clara de huevo dormía en un vaso de agua junto a la ventana.
En los primeros años del siglo XX, el Liceo o el Centro Artístico organizaban animadas veladas en Los Mártires o en la popular Caseta del Genil.

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Pero las costumbres de la noche de San Juan, cargadas de tipismo y de ritos ancestrales fueron desapareciendo.

[*] En ‘Miscelánea de Granada‘ César Girón dedica un capítulo a la celebración en Granada de la noche de San Juan.

Los reyes de Jordania visitan Granada

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El 13 de junio de 1955 los reyes de Jordania, Hussein I y su esposa, acompañados por un séquito de catorce personas,  visitaron Granada. Les recibió el alcalde Manuel Sola, cicerone en su paseo por la Alhambra. El joven rey, que apenas había cumplido los veinte años, tan solo conoció la Alhambra y el Generalife. La reina Dina (la primera esposa del monarca que se casaría cuatro veces),  también quiso visitar la Capilla Real. (más…)

Comienza el derribo de La Manigua

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El 4 de junio de 1940, el alcalde de Granada, Antonio Gallego Burín, con impecable traje, rodeado de concejales y con el indispensable sacerdote, en este caso les acompañaba Gregorio Espín, iniciaba la demolición de la antigua Casa de Socorro en el Campillo, la primera en ser derribada para el saneamiento de la Manigua, el barrio rojo de la capital granadina, zona de juergas, tabernas, de gentes de vida alegre y desvergonzada, «de vicio y degeneración». Un lupanar que, como decía una nota de la alcaldía, había hecho que la ciudad «se deshiciera material y espiritualmente». Contaba Juan Bustos («El nacimiento de la calle Ganivet» IDEAL, 18 de septiembre de 2004) » (más…)