Tras permanecer 27 años herméticamente cerrado, el 17 de febrero de 1944 unos pocos afortunados pudieron conocer el famoso depósito del siglo XVI, cuyas aguas gozaban de popular predilección entre los granadinos, especialmente durante los días de calor. La visita se realizó tras la limpieza del aljibe ordenada por el arquitecto Francisco Prieto Moreno.
Formado por dos grandes naves paralelas de treinta y cuatro metros de longitud por seis de ancho y con capacidad para unos cuatro millones de metros cúbicos de agua, el aspecto interior recordaba al de un grandioso templo. Ocho hombres se emplearon durante tres días en las tareas de desagüe y limpieza y se tardaron cinco días más en volver a llenarlo hasta una altura de unos cinco metros, con el agua de la acequia Real, que vertió a sus depósitos en un chorro de unos quince centímetros de diámetro.
Se contaba que en una limpieza anterior un turista alemán se coló en el tanque y murió ahogado sin que nadie escuchara sus gritos de auxilio. Su cadáver se descubrió más de treinta años después.