La noche del 24 de junio de 1955 Andrés Segovia comenzó su actuación en el Salón de Reyes de la Alhambra, pero hacía tanto calor que, en la segunda parte, el maestro decidió continuar en el Patio de los Leones. Las crónicas cuenta que, además del calor, el reducido espacio del Salón impedía a los espectadores ver bien las manos del maestro, así que ordenó que llevaran su silla y su taburete al templete y el público lo siguió hasta el patio, aunque parte del auditorio se conformó con un hueco en el bordillo.
Así, de esta manera improvisada, el Festival descubrió uno de sus escenarios más emblemáticos, un lugar que estos días habría cumplido 60 años de conciertos. Las notas sublimes del ‘Bourree’, la exquisitez del ‘Preludio’ o el sabor medieval de la famosa ‘Gavota’ de Bach, fueron las primeras que se escucharon en este marco privilegiado. Nunca más volvió a utilizarse el Salón de los Reyes, estrenado para estos menesteres por el ‘Cuarteto Vegh’ en 1953, y fue sustituido por el Patio, lugar imprescidible de los recitales alhambreños hasta hasta el año 1974. Por entonces el Patronato de la Alhambra llevaba varios años intentando devolver al recinto su antigua fisonomía y plantar un jardín. Ya no había espacio para el público y el Festival dejó de programar conciertos junto a la Fuente de los Leones.
El último tuvo lugar un año antes, el 2 de julio de 1973 con el Cuarteto Festival de Granada como protagonistas. Esta y otras anécdotas las cuentan José Luis Kastiyo y Rafael del Pino el libro de la historia del Festival Internacional de Música y Danza de Granada.